Publicada en Miradas al Sur el 06/12/2015





Elena Varela: “La organización social es la base fundamental”



De visita en Buenos Aires, la cineasta chilena compartió su
experiencia ligada a los movimientos sociales y difundió su 
documental Newen Mapuche. Fuerza de la Gente de la Tierra.

La documentalista chilena Elena Varela estuvo en Buenos Aires
para difundir su documental Newen Mapuche. Fuerza de la Gente 
de la Tierra. Se trata de una película de profunda investigación
 periodística, que revela la vulneración de los derechos humanos
contra los pueblos originarios por parte de los distintos gobiernos
chilenos, sin importar el color partidario de turno.
Mientras estaba realizándola fue perseguida, detenida y encarcelada
por casi dos años. Era 2008, años del primer gobierno de la presidenta
Michele Bachelet. El material que había realizado fue incautado y
utilizado para capturar a líderes mapuches. El gobierno chileno
aplicó contra ella y contra los líderes mapuches la Ley antiterrorista.
Fueron acusados de actos de delictivos contra la propiedad privada,
robos y violación de información militar, típico montaje judicial y
policial contra los movimientos sociales.
Al recobrar su libertad, sólo pudo recuperar el 10% de lo filmado.
Fue con ese material y archivos que pudo agregar que terminó su
película. Algunos colegas le aportarían luego material que testimonia
que en aquel operativo participaron fuerzas policiales
presumiblemente no chilenos.
La proyección de su película, en el marco de un ciclo de cine-debate
que se realizó en el Ecunhi, el espacio cultural que Madres de Plaza
de Mayo tiene en la ex ESMA, sirvió a Elena Varela para compartir
su experiencia, advirtiendo sobre cómo la experiencia represiva y
de desarticulación de los movimientos sociales que se sigue en
Chile desde la dictadura de Pinochet condiciona la democracia
chilena y cómo proyecta reproducirse en toda Latinoamérica.
–¿Qué significó visitar la Argentina a pocos días del cambio 
de gobierno?
–Es incomprensible que todo el trabajo que se hizo desde las bases
no se viera reflejado en las elecciones. Me llamó mucho la atención.
Desde algún punto de vista, da la sensación de que todo ese trabajo
social que se viene dando desde hace tantos años, todo ese esfuerzo,
se desplomara. Algo falló y habrá que analizarlo.
–Usted tiene una gran experiencia vivida con la resistencia de
 los pueblos originarios. ¿Cuáles son las herramientas con las 
que cuentan para sostener su lucha?
–En primer lugar, está la cultura. Pero también el pleno conocimiento
de su historia y el cuidado de la religiosidad, que es una de las
fuerzas más potentes que tienen para conservar su identidad, 
levantarse y  luchar por sus reivindicaciones, sus reclamos 
territoriales… Eso fue fundamental para reconstruir su historia. 
Tengamos presente que los intentaron destruir y que fue a través 
de la religiosidad, de la cultura, de la conciencia de su historia y 
de la recuperación de sus tierras como empezaron a reconstruir 
un espacio social, político y territorial en la historia de los pueblos.
–¿Qué lectura hace de las conquistas sobre las que había 
avanzado  la región en términos de democracia e identidad 
y los nuevos embates que asestó la derecha?
–Me hace preguntar hasta qué punto, después de las dictaduras
militares, los pueblos latinoamericanos logramos reconstruirnos 
con nuestra propia  identidad, con nuestra propia cultura… Los 
gobiernos democráticos que se instalaron en los distintos países 
latinoamericanos luego de las dictaduras, en el fondo, dieron 
continuidad a las estructuras montadas con el modelo económico 
y no nos dejaron reconstruir nuestra identidad, basada en los 
valores cuyo desarrollo fueron interrumpidos por la misma dictadura. 
Como la solidaridad. Lograron obstaculizar nuestra capacidad de 
organizarnos, retomar las demandas sociales… Hubo grandes 
esfuerzos, pero lograron instalarnos modelos de democracias que
 nunca quisimos. Nunca había sido esa idea de democracia por
 las que peleamos. Nosotros luchamos para otra idea de democracia, 
a nivel general, nacional, pero fueron armando un andamiaje con
leyes y mecanismos que no tienen que ver realmente con las 
demandas sociales ni con la identidad popular ni con lo que 
perdimos. Porque con las dictaduras perdimos mucho y no volvimos 
a recuperarlo.
–En muchas de las nuevas experiencias de democracias 
latinoamericanas, los gobiernos dejaron de lado los reclamos 
de las organizaciones sociales. ¿Qué rol deberían cumplir?
–Las organizaciones sociales son fundamentales. Son lo más
importante que tiene la base de la sociedad. Y en que no se los
haya empoderado radica uno de los mayores frenos para estos 
avances. Desde allí debería construirse la historia, un sistema,
un plan y un proceso. Debió haberse trabajado allí para 
reconstruirse, salvar lo perdido y orientarse con identidad 
latinoamericana hacia algo distinto a estas democracias que
ya estaban diseñadas desde antes y condicionadas desde el
plano económico y que hicieron que todas las organizaciones 
que surgieron fueran marginadas de la misma democracia.
–¿Coincide con que las democracias que surgieron se 
ocuparon más en manejar estructuras de gobierno que en
 desarrollar o pensar nuevas formas de abordajes 
multiculturales o incluso pensar en el concepto de 
plurinación?
–Claro. A estas democracias, tal como fueron prediseñadas
después de las dictaduras para sostener un modelo económico 
neoliberal, obviamente no les conviene levantar estas instancias 
de organización y organizaciones y que trascienda a la 
institucionalidad. Es una forma de seguir controlando que no se 
levante una verdadera democracia donde se empodere y respete
 la voluntad del pueblo. En estas pseudodemocracias, los intereses
del pueblo quedan al margen. Por eso no se integraron los 
pueblos originarios. No es que no haya voluntad ni conciencia, 
está condicionado de esa manera.
–¿Dónde cree que habría que enfocarse, entonces?
–Hoy, las organizaciones están aisladas, que es lo que el sistema
quiere. No se está construyendo algo común, más allá de las
 realidades distintas entre pueblos y entre países. La debilidad de 
las organizaciones sociales tiene que  ver con cierta falta de 
conciencia. Pero hay una base de construcción social que creo que 
lentamente va logrando sus objetivos, incluso a pesar de la 
marginación que refuerzan desde los medios. Creo que hay que
fortalecer las organizaciones sociales, y a la vez unificarlas para 
conseguir un mismo objetivo, que es la construcción de una 
democracia popular. Todo tiene que ver con ponerse en el lugar del 
otro. Creo que lo que hace falta es elevar los niveles de conciencia 
de las personas que luchan. Algo ligado a la formación y a la 
coherencia de acción frente a la realidad. Necesitamos gente 
decidida a sostener una lucha, que realmente se la juegue, que 
no abandone y que ayude  a formar a otros que tomen la posta en 
esa lucha, como las Madres. Y creo que eso se logra generando 
espacios de construcción colectiva que sostengan experiencias 
de ir logrando objetivos de conquista conjunta. El desafío de la toma 
de conciencia es lo que permitirá superar la barrera que divide a 
la sociedad en estos momentos: del “me voy a casa porque me 
dio miedo” al “hasta la victoria siempre”.