Publicada en Miradas al Sur el 06/09/2015



EUGENIO ZAFFARONI: “La incidencia de menores en delitos graves es ínfima”



EUGENIO ZAFFARONI | “La incidencia de menores en delitos graves es ínfima”
El viernes 28, en el marco del ciclo de cine+debate que desde hace seis años se realiza en el Ecunhi (en la ex ESMA), estuvo presente el ex juez de la Corte Suprema Raúl Eugenio Zaffaroni, trabajando, como lo hace desde que renunció a la Corte, en fortalecer un vínculo estrecho con la sociedad participando en charlas, llevando al llano conceptos jurídicos muchas veces vedados al ciudadano común.
En un diálogo abierto con los presentes, Zaffaroni habló de criminalidad mediática, del “índice del delito”, sobre lo que propuso “pedir que se defina delito; porque si hacemos un examen de conciencia, no queda ninguno del lado de afuera para cerrar la puerta”. Remarcó que “hablar del ‘delito’ es una abstracción, una simplificación absolutamente leguleya. Y eso de que la pena previene siempre, es mentira. Cuanto más grave es el delito, menos poder disuasorio hay”. Y subrayó la necesidad de que se especifique cada conflictividad y sus características particulares para hacer una investigación de campo, luego pensar cómo prevenir, reducir, etc. Revisó los índices de homicidios en la CABA, poniendo énfasis en que hay índices de homicidios más altos en las villas de emergencia que en el resto de la ciudad, pero identificó que hay “un 44,5% de homicidios no esclarecidos que son los de las villas; es decir que en la práctica tenemos víctimas de primera y de segunda categoría. Porque hay casos que se investigan y otros que ‘son más difíciles de investigar’”. Explicó que, contrario a los que se reproduce en los medios, el índice de detenidos en las cárceles bonaerenses por homicidio es muy bajo y que en su mayoría refieren a delitos contra la propiedad, que “son delitos de tipo social”.
Destacó también que el poder punitivo se reparte de una manera particular: “Afecta a quien es más vulnerable. Por regla general son segmentos sociales de clases subordinadas, hay formas de exclusión previas, pero el preso o la presa es un excluido dentro de la exclusión”.
–¿Qué opina del pedido de baja de edad de imputabilidad?
–La incidencia de pibes menores de 16 años en delitos graves en la CABA está en menos de un 1% y puede variar hasta un 1,5%. La incidencia es ínfima y generalmente refieren a delitos contra la propiedad. Y el efecto que podría tener la baja de edad de imputabilidad es que los capten cada vez más chicos para entrenarlos.
–¿Cómo se configura el estereotipo del preso en la Argentina?
–Cuando uno visita una cárcel se encuentra con una sensación muy rara; primero por el ruido de puertas cerrándose en la espalda mientras se va entrando, pero luego aparece la impresión de estar en una escuela de niños adultos. Cuando el criminólogo italiano Cesare Lombroso, en el siglo XIX, describía el perfil del delincuente, se refería a los estereotipos. Tenía un atlas de caras feas y creía que las caras eran causas del delito, cuando eran causa de haber estado preso. Todo lo que en la vida libre hacemos cuando queremos o cuando podemos, en la vida carcelaria está reglamentado, igual que cuando éramos niños o adolescentes. Entonces, se sufre una regresión. Primero hay una suerte de ceremonia de degradación con un período depresivo. Luego empieza un período de adaptación y se sigue por burlar límites, como cuando éramos niños. Pero fundamentalmente, el efecto de la prisión es regresivo: libera de toda la responsabilidad de la vida libre y reglamenta todo.
–¿Qué ocurre con las políticas de reinserción?
–Hablamos de resocialización, reinserción, y varios “re”, pero todas estas ideologías “re” son totalmente falsas… y autoritarias. Porque no sé si el Estado tiene derecho a cortarme la cabeza, pero a cambiármela, sé que no. Y si nos acercamos al delito político vamos a ir entendiendo del peligro que es una política “re”. ¿Cómo se les puede enseñar a vivir en libertad encerrándolos? Y esto no significa que no se pueda hacer algo.
–¿Reemplazaría a lo punitivo?
–Yo no soy partidario de desaparecer la cárcel. Veo la desaparición de la cárcel más siniestra que la cárcel misma. Si eso ocurre, será por un control de conducta electrónico. Si dejamos de lado a una cantidad de psicópatas que podría haber, la gran mayoría de los presos no lo están tanto por lo que hicieron sino porque lo hicieron mal… Hasta no estar en la Corte no lo había visto tan claro. Veíamos casos como el de aquel que dejó su cédula adonde fue a robar; o el que se puso a limar una cadena de bicicleta en Florida y Corrientes, entre otros. Lo que hace falta es subirles el nivel de invulnerabilidad. Hay que revertir un deterioro que es propio de la institución y que se produce cuando el sujeto asume el rol asignado adentro de los grupos. Todos vamos siendo más o menos como nos piden que seamos. Y conforme a la demanda de rol, es que más o menos nos comportamos. La vida podría verse como una especie de teatro grande. Cuando uno se sale del rol, se lo llama disrupciones. Y eso provoca agresividad. Y cuando se ingresa en una institución, adonde hay una cierta organización espontánea entre los presos con cierta jerarquización, se observa al ingresante y se lo incorpora a alguno de los grupos. Y allí, debe responder a las exigencias del rol. Porque una disrupción en la cárcel no es broma. Pero el problema aparece cuando insertamos a una persona en una institución que asume un rol por años y después la soltamos; a priori sería milagroso que no reincida. Afortunadamente no hay reincidencia en la totalidad de los casos. Las instituciones tratan de formarnos pero somos impredecibles. Sin embargo, esa tendencia existe. Para neutralizar eso es que hay que subir el nivel de invulnerabilidad. Es necesario que el sujeto proyecte esa internalización del rol que tiene. Que del “robé” no se pase al “soy ladrón”.
–¿Y se puede?
–Se ha hecho. A veces, se hace prosa sin saberlo. Lo llaman re-cualquiercosa pero si alguien entra analfabeto y sale semiingeniero electrónico, evidentemente logró elevar su nivel de invulnerabilidad… y es todo lo que se puede hacer; porque imponer, no. Y para peor, hay personalidades muy frágiles que introyectan demasiado.
La charla continuó por una hora y media. Dio lugar a que hablara también de otros temas, como de drogas: “Hoy se dice por cualquier cosa que el sujeto está drogado. Y les aseguro que la única droga que tiene efecto criminógeno es el alcohol. Y ni siquiera tiene que ser alcohol-dependiente o estar borracho”. No esquivó revisar la permeabilidad que tienen algunos jueces a las presiones mediáticas; subrayó que el término “delito” es netamente de carácter jurídico “no hay ‘delito’ sino un robo, un asesinato, hurto, estupro, etc.”; y discutió también sobre el aborto, indicando que “los médicos que denuncian a una mujer que se practicó un aborto están cometiendo una infracción”. Al retirarse, todos agradecieron ovacionándolo.

((Recuadro)) Mujeres víctimas del patriarcado
La película que se había proyectado era Lunas cautivas, de Marcia Paradiso; un film que revisa de manera intimista la historia de mujeres presas que concurren a un taller de poesía que les ayuda a encontrar las palabras que les permitan expresar lo que les pasa. El marco en el que se desarrolló el debate tenía como eje temático “Género, identidad y Derechos Humanos”, y se realizó en el Ecunhi juntamente con la Unsam. La directora del film estuvo también presente dando su testimonio de lo experimentado en su contacto con las presas. “La película –refirió Zaffaroni– transmite muy bien la sensación de campo de concentración. El alambre permanentemente, la irracionalidad de un sistema construido para hombres, para quienes parece más adecuado”, revisó y recordó que los criminólogos se ocuparon de las mujeres y el sistema carcelario en el siglo XIX, “con una serie de barbaridades que dijo especialmente Lombroso, cargadas de prejuicios”. Explicó que según estadísticas mundiales, la mujer aparece menos en situaciones ligadas a delitos. “Si vemos nuestro caso particular, la mayor cantidad de mujeres presas las tenemos por delitos vinculados a drogas, tóxicos prohibidos; y en su mayoría por ser usadas como mulas o vendedoras; pero no son las administradoras del cartel”. Y, en ese sentido, sostuvo que se repite la lógica histórica que somete a las mujeres al patriarcado. “Cuando la mujer participa en un delito violento la proyección pública dice que es más cruel que el hombre, más criminal y más sádica. ¿Y por qué? Porque está excluida. Entonces no es sólo la infracción sino la transgresión a la regla del paterfamilias. Se salió del rol subordinado. Y en líneas generales, eso es lo que más se ve.” Remarcó que en los casos de las cárceles de mujeres lo más doloroso es lo que ocurre con los niños. “El trauma es separarlos y es también tenerlos allí.”

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