Publicada en Miradas al Sur el 01/06/2015

Mantener la pureza exige no mezclar

Mantener la pureza exige no mezclar
Felipe Deslarmes.
El macrismo endurece su postura; intransigente, como quien sabe que
es el dueño del reloj. Niega espacios a quienes no sean “puro PRO”,
aunque eso lo aleje del reaseguro de llegar al ballottage.
El PRO logró que un partido centenario como el radicalismo le cediera
su estructura sin siquiera negociar ni exigir mínimas condiciones.
Triste y solitario final para una UCR padeciente de una dirigencia que
apenas si puede mantenerse en pie en el resbaloso verdín de la crítica
mediática. La estrategia del macrismo fue avanzando en apuntar al
nicho opositor al kirchnerismo, y a todo lo que representa, lo que
incluye el valor de la recuperación de la política.
Luego de lograr que la conducción de la UCR fuera al pie del PRO
(quedará para otro momento analizar la distancia con las bases, la
pérdida del debate y la democracia interna de la UCR), al PRO le
restaba esperar a Sergio Massa. Para eso, la estrategia se regía
en erigirse como la única fuerza ciento por ciento opositora al 
kirchnerismo, reforzando la idea de purismo, y elevar aún más las
 banderas de “lo nuevo”, “el cambio” y del “no estamos 
contaminados con la vieja política populista y clientelar”, discurso 
repetido también en todas derechas latinoamericanas.
La caída libre de Sergio Massa registrada desde fin del año pasado
facilitó que el círculo rojo se decidiera a brindar su apoyo al PRO. 
En este escenario de polarización, a Macri sólo le quedaba ver 
desangrarse a Massa, en vivo y por TV. Parte de su electorado 
verá en el PRO la única posibilidad de canalizar su repulsión 
nac&pop.
EL TITIRITERO. Si existe un hacedor indiscutido de la estrategia 
(in)comunicacional del macrismo es Durán Barba, que siempre 
tuvo claro que así como se puede promocionar comida chatarra y
 vender millones, hacía falta crear un nicho de votantes y hacerlo 
crecer. Una regla básica de la publicidad confía en que se puede 
inocular una necesidad en el consumidor, o al menos condicionar 
su respuesta con una multiplicidad de estímulos. En su libro El arte
 de ganarapelando a un juego de palabras, Durán Barba lanza: 
“El reality show venció al show de la realidad”.
Tal vez (y sólo tal vez) cuando se notan los hilos, el truco pierde
su atractivo. Si fuera así, tal vez se pueda prestar atención al 
contraste entre publicidad y gestión donde se revela el territorio
del doble discurso. Y lejos de considerar al PRO como coherente 
(que es una virtud) pueda identificarse, por ejemplo, que “lo nuevo” 
es negarse a urbanizar las villas (una actitud típica del populismo),
mientras se las llena de punteros propios que accionan el clientelismo
(propio de la vieja política). Y Durán Barba sabe bien de qué se 
trata aquello de confundir al “consumidor” y es capaz de lanzar que
 “es falso que se pueda fabricar un candidato” justamente en un libro 
donde brinda detalles de cómo asesorar y combatir candidatos
 “frente a los acontecimientos que provoquemos en la campaña”.
La persistencia a Macri le dio resultados. Su estrategia refuerza
su carácter y personalidad, algo que no muchos dirigentes pueden 
ostentar; y desliza más la decisión de perder sosteniendo los 
propios estandartes antes que la voluntad de ceder para ganar.