Publicada en Miradas al Sur el 11/04/2015

Entrevista. César González/Camilo Blajaquis. Poeta, guionista y director de cine

“Hay justicias diferentes: una para Papel Prensa, otra para los pibes chorros”

Con dos largometrajes realizados y un tercero en producción; dos libros de poemas y decenas  de cortos, entre los que se destaca Corte Rancho, que pueden verse en Youtube, César González, alias Camilo Blajaquis, dio una charla maestra sobre humanidad y cultura en el ECuNHi, en el ciclo que todos los viernes a las 19.30 ofrece gratis una nueva película con invitados especiales para debatir.

“Hay justicias diferentes: una para  Papel Prensa, otra para los pibes chorros”
Foto: Roberto Persano
La cita estaba programada desde el año pasado. La noche prometía un encuentro  ideal con el poeta, guionista y director de cine César González, alias Camilo Blajaquis, luego de la proyección de su segunda película, ¿Qué puede un cuerpo?,en el microcine del ECuNHi (Av. Libertador 8151, Núñez, CABA).La película formaría parte del ciclo de cine+debate que este año cumple su sexta temporada consecutiva y que cuenta como organizador al sociólogo Walter Bosisio, integrante de la flamante oficina de DDHH del Banco Central.
Siempre con entrada libre y gratuita y siempre con invitados especiales, cada viernes, desde las 19.30 se presenta un documental que, según señala su organizador, “pretende contribuir a generar un espacio de encuentro donde reflexionar y compartir experiencias personales o puntos de vista tomando de base el film exhibido”.  
Marzo es un mes especial en el ECuNHi: el mes dedicado a la Memoria. Por eso, este ciclo se focalizó en la proyección de películas vinculadas con Memoria, Identidad y lucha por los Derechos Humanos. 
¿Qué puede un cuerpo? es una película estrenada en 2014, donde el director dispara ejes de debate sobre la más cruel discriminación, la inhumanidad, y la pone a dialogar con eternos ejes en disputa entre sueños y realidad que resultan metáforas del capitalismo a través de un humilde trabajador villero, de pibes chorros en el amanecer de la violencia, un presente duro y un carro que avanza recolectando los desechos de la ciudad posmoderna.
Sus dos películas refieren a experiencias cercanas a su niñez y adolescencia donde, en medio de un panorama asfixiante presentado por actores que en la vida real son habitantes de la villa Carlos Gardel, de Morón, dejan un lugar a la esperanza. Cuando César ingresó al microcine Che Guevara acompañado de un actor del film, los concurrentes que ya habían ocupado todas las butacas y comenzaban a sentarse en el piso de los laterales, explotaron en un aplauso. Luego de la proyección, fue el turno de las preguntas. De alguna manera, esta entrevista es el resultado de las inquietudes colectivas que surgieron en esa charla. 
–¿El título de su segunda película refiere a Gilles Deleuze?
–Refiere a Baruch Spinoza, un filósofo racionalista holandés del siglo XVII, más que a Deleuze; aunque es a quien más estoy leyendo últimamente y es él quien recupera a Spinoza  y lo reivindica sobre el final de su obra. La frase más famosa de Spinoza es “nadie sabe lo que puede un cuerpo”. Y las preguntas que surgen son de qué experiencia se es capaz, qué soportamos y qué hacemos. Hoy lo vemos, acá. Un pibe de una villa presentando una película en una sala llena como esta, con la historia que carga este lugar tan especial... parece un cuento de un escritor muy optimista. En la película, el título refiere a qué pasa por los cuerpos de los villeros y de los no tan villeros. La frase de Spinoza no está en ninguno de sus libros sino en una carta. Nadie sabe lo que puede un cuerpo... y no sólo en la villa, en todas las clases sociales. La mayoría de los actores hablan de lo que les tocó vivir personalmente o a gente cercana. En mi caso, yo estuve preso, recibí cinco balazos. La Policía me torturó, como también la Gendarmería y el servicio penitenciario. Algo en lo que quise hacer hincapié fue en cuáles son las propuestas laborales para los pibes de la villa, para mostrar la violencia con la que se convive pero también para contrarrestar el preconcepto de esta sociedad que señala que el villero es vago, que le gusta vivir de los planes del Gobierno o que tiene hijos por tener o para tener más Asignación Universal por Hijo.  
–¿Son esos los mandatos que identifica de los medios?
–Son mandatos de los medios pero estos también reflejan la cultura de la sociedad. Porque desde los medios lanzan conceptos y la sociedad los toma y obedece. Y nadie está obligado a obedecerlos. Todos los días vengo a la CABA y todos los días espero no escuchar la frase que en algún momento escucho: “Negro de mierda”, “¿viste que son unos negros de mierda?” o hasta como un consejo de un amigo a otro, “¡No seas negro!”. Pareciera que no ser un negro de mierda es ser una buena persona. Y yo siento que me lo están diciendo a mí, que soy morocho, de descendencia indígena, que vivo en una villa y que estuve preso. El prejuicio indica que en la villa no hay trabajadores. Y yo me pregunto cómo puede ser que nos digan vagos si las fábricas rebalsan de villeros, si a las cuatro de la mañana las paradas de colectivos desbordan de mujeres y hombres que va a trabajar. Mi abuela tiene 70 años y desde hace 40 que labura haciendo limpieza para otros sin faltar nunca. Sin estadísticas pero con el conocimiento de verlo desde adentro aseguro que en una población de la villa, menos del 0,5% está en el robo; el resto trabajan todos.  
–¿Qué lazos encuentra entre la estigmatización y la colonización cultural?
–Muchos. Estamos muy acostumbrados a una forma narrativa cinematográfica norteamericana que nos hizo mucho daño, donde los buenos son buenísimos y los malos, malísimos. En su mundo de héroes y malvados, los malos son los negros y latinos, que acá serían los villeros. Por eso creo que en los planos fijos hay mucho más movimiento que en una cámara moviéndose. Por eso muestro los cuerpos de la villa que hacen esos trabajos que nadie quiere hacer o están quienes, como me pasó en algún momento, piensan que está todo perdido, que llegó el momento de asumir que la vida que queda será corta, que  puede durar un día o un año, pero que con violencia y robando accederá a las cosas materiales que tenés privadas. Sería ingenuo negar que somos una sociedad materialista. Y ahí aparece de nuevo el prejuicio: “el negro de mierda labura todo el día para comprarse un LSD”. ¿Y por qué el negro de mierda no puede tenerlo?, como tampoco puede tener un equipo de música ni nada... sólo tiene derecho a sufrir. Por eso el título. 
–En su primera película está más presente que la violencia y el robo no es exclusividad de un sector o clase social marginada. ¿Intenta, de alguna manera, cuestionar la pirámide que pone el eje en lo económico para diferenciar las clases sociales por una centrada en el compromiso con el otro?
–Es cierto eso de la pirámide, pero también hago hincapié en la cadena de responsabilidades. Porque recuerdo que en la cárcel, el discurso institucional de los psicólogos y de los trabajadores sociales era que si yo robé fue porque quise. Que eso había sido una decisión individual. Y si yo hablaba del contexto social, inmediatamente me replicaban que eso era una forma de victimizarme. Que eran excusas. Que yo era el único responsable. Negando que, en esta sociedad en la que ser es tener, algunos pibes roben justamente para sentirse que existen.  
–Esteban Rodríguez Alzueta, autor del libro Temor y control,  reflexiona que “si un pibe chorro con lo que roba se compra zapatillas, es más pibe que chorro”.
–Se mejoró mucho en estos años, de eso no hay duda; y celebro el progreso, pero no cambiamos tan rápido culturalmente y seguimos marcados por el consumo. No podemos comprender hacia adónde nos lleva potenciar sólo el consumo; y eso es lo central del capitalismo. Y hablemos de economía y revisemos la Teoría de la escasez: hay algo que no habrá para todos porque hasta matemáticamente es imposible esa posibilidad. Pero nos venden lo contrario, y peor, te dicen que depende de vos que lo consigas o no. Y no digo que determine, porque sino yo no estaría acá. Pero, ¿cómo creen que vive el pibe que ve todo lo que le cuesta acceder a algo que antes jamás lo hubiera siquiera pensado, pensemos en una tablet, y de repente ve pasar un Mercedez Benz, un Alfa Romeo? Por eso digo que el tema del robo, el de los pibes chorros, se soluciona fácilmente, porque está ligado al consumo. Sin embargo no es así, porque tal vez los que estemos acá soñemos más o menos parecido con un mundo más justo y más igualitario, pero esta sociedad está llena de luchas constantes. Por algo vamos camino a la sociedad de “total control” de la que hablaba Deleuze, donde hasta en el baño nos encontraremos una cámara registrándonos. Y muchos lo aplaudirán porque creerán que eso es por su “seguridad”. Estamos creando una sociedad cada vez más aislada, y ni siquiera en el individuo, que podría ser interesante por pensar en una sociedad preocupada por el ser interior. Pero no, nada de eso. La gente hoy está cada vez más alienada y más aislada pensando sólo en su montículo de cosas. Sale de su casa y se aferra a su cartera o el celular y si ve a unos pibes cruza de vereda. Antes, la gente estaba a las corridas, alienada. Pero ahora, además de eso, está aislada.      
–¿Cómo ve la incorporación de nuevas Policías presentadas como si la única solución para dar “trabajo digno” que puede ofrecer la gobernación de la provincia fuera puestos de policía?
–Perdón, pero yo me quedo con que Scioli es de derecha. Yo veo que Morón, que está a la izquierda, que era un municipio de vanguardia, desde lo discursivo, desde el cuidado de los Derechos Humanos hasta la construcción de las casas que yo muestro en mis películas donde antes había sólo casillas de chapa y cartón en las que viví 21 años. Pero el municipio de izquierda perdió las últimas elecciones y ganó Massa diciendo “seguridad, seguridad, seguridad”. Y cambiaron las políticas, total “a quién le importa que maten a un pibe... tal vez sea mejor y la gente está contenta”, deben suponer. Ojo con eso porque es un discurso que se apropiaron los dos. En las próximas elecciones, yo espero que siga este gobierno, porque sabemos que la derecha será 10 mil veces peor... ni me quiero imaginar... En Tigre, Massa alambró villas, hizo muros y yo no quiero que mi barrio termine así. Pero ahora me pregunto si a los políticos en campaña les interesan en serio los pibes de la villa. Hoy lo dudo. Y hay que dar la discusión en estos temas. Los reclamos por inseguridad son contra “los negros”. Y si no, hacé una marcha por el robo del HSBC y veamos cuántos van. Y en un caso hablas de un celular y en el otro de 3.500 millones de dólares. Esa es la realidad. 
–¿Cómo ve la Justicia?
–Hay justicias diferentes: una para Papel Prensa, otra para los pibes chorros. En el caso Papel Prensa, el juez desestimó todos los pedidos del fiscal de un día para el otro. Y tal vez ese mismo juez agarra a un pibe que robó un celular y le da 5 años. Y eso lo puse en un poema. El juicio a un pobre dura minutos. Llegás y te dicen: “7 y 8. El que sigue: 9 y 2. El que sigue: 10 y 4”. Y vos mirás a tu defensor y le decís: “¿Vos no eras mi defensor?”, y resulta que ni sabe tu nombre, menos tu caso. Y te dice: “Perdoná, es que se me mezcló con los otros 10 mil legajos; es que soy defensor oficial”. Pero un rico va a juicio y va la televisión y su juicio tarda meses: alegatos, cuarto intermedio, pasa al mes que viene, el proceso se estira 4 años, otros 4 más y, después, queda absuelto o prescribe.     
–Pero el prejuicio instalado por los medios habla de la puerta giratoria...
–¿Puerta giratoria? ¡Díganme dónde está, por favor! Porque yo caí con 16 años y me comí 5 años adentro. Si existe una puerta giratoria es para adentro, porque te vuelven a meter. La gente, cuando agarran al que robó un celular, pide que vuelva la Edad Media y despellejarlo vivo, sin problema. Si hacés un plebiscito pidiendo que vuelva la hoguera para los pibes chorros, ganan. Así aparece el circo de “corta la bocha”; pero a mí me preocupa cuando los propios candidatos progresistas se embanderan con “darle seguridad a la gente”... y ni siquiera es que dicen hacerlo con educación, con cultura, con trabajo más digno. Nada de eso. Esto lo planteo puertas adentro. Y pido que nos hagamos cargo de estos debates o que nos sinceremos y reconozcamos que no nos importan. Juntémonos a debatir cuando se habla de profundizar y revisemos qué, cuándo, dónde y cómo. Porque del otro lado ya sabemos qué dicen. Hace poco lo escuché a Darío Giustozzi que decía “mano firme contra el delito”, un eufemismo para no decir “mano dura”.  ¿Se referiría a mano dura con el HSBC, con Papel Prensa, con los supermercados, con el gatillo fácil?  
–En la escuela de Policía de Tres de Febrero, hoy pasan y se debate con Corte rancho, los cortos que realizó para Canal Encuentro. Muchos de quienes hoy ingresan ahí llegan desde villas y están fascinados con sus trabajos. Los ayudó a reflexionar mucho. Quieren que vaya a la escuela a charlar con ellos.  
–“Donde hay poder hay resistencia”, decía Foucault. Aunque no dijo cómo se hacía esa resistencia. Y bueno, me alegra eso porque renueva mis esperanzas. Tengo 5 balazos de la Bonaerense y que ahora quieran escucharme es un buen indicio. Las vueltas de la vida.
La charla con César González-Camilo Blajaquis en el ECuNHi se pobló de participación del público. Uno de los participantes contó que, hace un tiempo, se cruzó con un pibe en una calle de Tigre que estaba medio mal y se pusieron a hablar: “Por esas cosas de la vida, me lo fui cruzando varias veces y nos hacíamos un tiempo para tomar un café y revisar en qué andábamos por la vida y esas cozsas. Hace poco, supe que había sido asesinado en una comisaría. El caso se llenó de irregularidades, desde la elección de fiscal, hasta cómo se plantaron pruebas. Cosas que ya tenemos naturalizadas, lamentablemente. Yo también soy negro. Y a pesar de ser fotógrafo y bioquímico, cuando camino por el barrio no hay un sólo día en el que la Policía no me pare y me cachee”. En ese sentido, lanzó sus preguntas: ¿cómo se piensa el cambio? ¿Qué se hace con el odio?  
César-Camilo no esquivó el bulto: “La discriminación no es patrimonio de un país, como tampoco es contra uno en particular. Si vas a Europa, aparece con el inmigrante, y en cada lugar hay un chivo expiatorio. Eso tiene que ver con el ser humano. Y lo primero es reconocerlo. Así como tampoco va a ocurrir ‘el cambio’, o no creo que lleguemos a verlo nosotros. Alain Badiou, un filósofo francés, decía que debemos dejar de esperar la revolución, el gran acontecimiento y que empecemos a valorar las pequeñas victorias. Victorias que en realidad sólo parecen pequeñas y son grandes cambios. Un pibe de una villa de Tigre que haya podido ser fotógrafo y bioquímico, que otro salga en una película actuando o dirigiendo. No es poca cosa. Somos muchos seres humanos y si nos cuesta ponernos de acuerdo en cosas simples, ¿cómo vamos a coincidir en cosas más profundas?  En ese sentido, no creo en ‘el cambio’, porque además nos hace caer en la trampa de poner las expectativas afuera. Yo creo que el cambio es para adentro, y somos nosotros los que tenemos la responsabilidad de generar el hombre nuevo del que hablaba el Che. Respecto del odio, es difícil, pero no hay que darle importancia. El odio se cura amando. Yo me curé así. El odio destruye y nosotros tenemos razones de sobra para odiar. No podemos dejarnos llevar por el odio.  En un poema, yo escribí que ‘somos humanos a pesar del ser humano’. Y es así: a pesar de nosotros mismos, el amor sucede”.