Publicada en Miradas al Sur el 26/01/2014

“Una herramienta para organizar y empoderar”
Entrevista. Fernando Chino Navarro
¿Cómo evalúa el aviso del plan PROGRESAR?
–Es una política de Estado, tal como definió la Presidenta, que busca influir en los pibes que o no trabajan o tienen trabajos informales y no alcanzan el monto del salario mínimo vital y móvil, para que estudien. La esencia es incluir, que pertenezcan, integrarlos. Porque cuando no ven esa actitud desde el Estado, a esos actores sociales que son los jóvenes los puede convocar la esquina, la ilegalidad, y de ahí a la droga hay un paso. Esta es una medida transformadora, que además permite que quienes están al trabajo político territorial, sean organizaciones políticas, iglesias, ongs, clubes, madres que enfrentan a los vendedores de paco, etc., una herramienta para organizar, para empoderar, usando como medio la posibilidad de incluirlos en la capacitación laboral o educativa que tendrán como fin una red social donde los valores del trabajo, la solidaridad, la familia, recuperen el valor que nunca debieron haber perdido y que a veces, en el marco de una sociedad excesivamente consumista, quedan en un segundo plano.
–¿A eso se refería la Presidenta cuando hablaba de la pérdida de las utopías?
–Estamos inmersos en un mundo donde parecería que el actor es el consumidor y no el ciudadano. Y nosotros, a veces queriendo o sin querer, somos responsables de esa dirección o de ese patrón de conducta. Tenemos que recuperar lo que nuestros mayores nos enseñaron, los valores con los que se construyó la Argentina cuando había un Estado de bienestar y cuando había mayor equidad. Esto hoy no ocurre ni en el mundo, en general, ni en la región en particular y, sin embargo, en la Argentina lo estamos construyendo. Hoy, el “sálvese quien pueda”, el individualismo, el “tener para ser”, el pertenecer a determinada gama de consumidores nos ofrece ciertos “valores” frente a algún determinado sector social... pero son los mismos valores que nos llevan a un sistema injusto e irracional. Y para construir un sistema justo, racional y digno tiene que haber igualdad.
–¿Se refiere a lo vivido en el 2001 y que comenzó a recuperarse con la llegada de Kirchner?
–Te diría que en realidad esta destrucción empezó en el golpe del ’55, siguiendo una política sistemática de destrucción del Estado de bienestar. Algo que recién logran en los ’90 y donde el 2001 aparece como el resultado, como la consecuencia de todo aquel accionar criminal que destruyó el Estado, el aparato productivo y desapareció a miles de compañeros. Fenómeno que ha vivido la Argentina pero también otros países del mundo. Por eso hoy, la renta financiera es mucho más importante que la renta productiva; y por eso hay una concentración económica sin precedentes. Hay un trabajo territorial de muchas organizaciones sociales y confesionales que hay que valorar. A veces en minoría, a veces ninguneados, a veces con un sentido común imperante que le da la espalda pero que nunca dejó el territorio. La llegada de Néstor Kirchner y las medidas que tomó Cristina después, sobre todo la Asignación Universal por Hijo, la recuperación de los recursos, de las AFJP y la obra pública, permitieron que el territorio volviera a ser el lugar donde se puede construir y realizar acciones políticas tendientes a revalorizar el rol de participación y de ciudadano de las personas, que habían quedado relegadas a meros consumidores.
–¿Por qué la Presidenta llama a “ir a los territorios”?
–Ocurre que no siempre quienes ocupamos lugares institucionales tenemos el compromiso que en la práctica sí muestra nuestra Presidenta, y que también muestran nuestros militantes en el territorio. Por eso es que hay que empujar, ser más agresivo, discutir, tener visión crítica, no escaparle al conflicto, porque el conflicto es un motor que empuja la política hacia adelante... y la discusión y la mirada crítica son necesarias para que la política evolucione en función de los intereses que necesita la mayoría.
–¿Cree que los jóvenes captarán la magnitud del plan?
–Muchos compañeros hemos estado preguntando desde hace tiempo en los barrios a quienes están terminando quinto año quiénes van a seguir en la universidad, y la respuesta común era que no, porque no tienen dinero, o porque tenían que trabajar, que los trabajos que les dan les exigen muchas horas, que a veces necesitan más de un laburo. Incluso nos encontrábamos con pibes que bajaron los brazos, que no tienen experiencia laboral y no consiguen trabajo, que tal vez han visto a sus padres o abuelos deslomarse sin poder avanzar o viviendo de changas y, tal vez creyendo que no vale la pena, empiezan a quedarse en la esquina, pensando que pueden hacer plata de otra manera, incluso a riesgo de perder la vida o la libertad. Pero cuando les preguntás si pudieran estudiar qué harían, te responden que “obvio” que quieren estudiar, y acceder a mejores trabajos y sentir que lo que hacen sirve. Recuerdo ahora un caso concreto de Villa Corina, donde los hombres de su familia trabajaban en la construcción y el pibe fantaseaba con poder ser arquitecto, con esa imagen del tipo bien arreglado que está con papeles, que sabe, que proyecta, que da ordenes... y que más allá de la imagen y de cómo es el laburo concreto, es importante que tenga esa posibilidad de soñar y que ese sueño lo impulse a estudiar y recibirse, mejorar lo que iba a ser su destino y sentirse reconocido.

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