Publicada en Miradas al Sur el 22/09/2013

Denuncia. 
Las pelotas en la Garganta
Gendarmes sin identificación ni permiso ingresaron en la redacción de La Garganta Poderosa a sólo diez días de la muerte de Kevin, el niño de 9 años asesinado de un balazo en la cabeza, el 7 de septiembre.
La Garganta Poderosa denunció en un comunicado que el lunes 16 de septiembre, cerca de las 19, cinco camionetas de Gendarmería llegaron sorpresivamente e irrumpieron en la redacción, instalada dentro de la villa 21-24, en el barrio Zavaleta, cerca del Riachuelo, detrás de la avenida Sáenz, en la que viven cerca de 50 mil personas. Integrantes de la revista, que pidieron reserva de sus nombres, señalaron: “Estacionaron enfrente de la redacción y bajaron decenas de gendarmes armados hasta los dientes, sin identificación y en muchos casos encapuchados, con sus escopetas en mano”. En ese momento, la maestra de Kevin compartía una charla con la redacción mientras sus hermanitos jugaban por todas partes. Al notar el desplazamiento militar, un primo del niño asesinado llegó corriendo desde su casa alertando que los chiquitos no salieran a la calle”. Un compañero salió a preguntar el motivo de tamaño operativo y a solicitar que se identificara el responsable del atropello, pero nadie se identificó. “Como de costumbre, lo verduguearon, le pidieron su propia identificación, lo pusieron contra la pared, le doblaron el brazo y quisieron detenerlo en el patio de su propia casa, algo que evitamos entre forcejeos y gritos, en una situación de mierda”.
Desesperados, reaccionaron llamando en ese mismo momento a periodistas de otros medios con los que mantienen contacto, pidiendo se comunicaran con quien hiciera falta. “Y recién entonces, cuando advirtieron que estábamos denunciándolos, decidieron soltar al compañero”, revelaron.
La Garganta Poderosa es popularmente conocida por ser una publicación de altísima calidad periodística y editorial realizada en la villa Zavaleta por vecinos del barrio que se identifican como villeros y escriben posicionados desde ese lugar. Son características sus tapas con primeros planos de rostros de personalidades de todos los ámbitos, con la boca abierta, gritando. Pero La Garganta Poderosa es mucho más que un órgano de comunicación que reivindica el lugar del ser humano completo que vive en un universo tan complejo como es una villa. No se trata sólo de un medio que marcó una ruptura con la comunicación tradicional. Una revista que en el número en que entrevistaron a Maradona, la primera pregunta fue: “¿Por qué aceptaste darnos una entrevista si somos villeros?”. A lo que el Diego respondió: “Justamente por eso”. Esta organización nació hace nueve años (la edad de Kevin) en una cancha de fútbol. Al principio, sirvió para organizarse, para que todos tuvieran un lugar. Pero de a poco fueron dándose cuenta que organizados podían resolver problemáticas cotidianas. Así fueron convirtiendo el potrero en una cancha, armaron cooperativas de trabajo, vivienda, organizaron polleadas, venta de ropa y, de alguna manera, se aseguraron de que el dinero que generaban los vecinos circulara allí mismo (el mismo criterio utilizado en política a nivel nacional) de manera que llevaban a la práctica el concepto de redistribución de la riqueza. Cuando identificaron que muchos villeros se morían porque las ambulancias no entraban a las villas, por diversas razones, unieron sus reclamos y los llevaron al Gobierno de la Ciudad. Y mientras reclamaban, formaron a un equipo de jóvenes que, con autos devenidos en ambulancias que circulan por entre las callecitas internas de la villa, dan una primera asistencia a los necesitados y los llevan hasta la entrada de la Zavaleta esperando la llegada de las ambulancias. “Esto no reemplaza la responsabilidad del Estado porteño que se niega a dar atención, discriminándonos, pero nos ayuda a que no se nos mueran los compañeros”, relata a Miradas al Sur un integrante de la revista. “La cuestión del anonimato es una política de la organización –aclara– como una condición de nuestro trabajo; que ofrece garantías de que nadie se va a llevar, a título personal, algo que es de lo colectivo. Todos somos voluntarios anónimos en esta militancia.” Hoy, La Garganta Poderosa ha incorporado a vecinos de las villas 31 bis, Fátima, Rodrigo Bueno y a otras ranchadas de la Ciudad, así como también reciben colaboraciones de barrios de Córdoba y Tucumán.
Volviendo al allanamiento, casualmente (¿casualmente?) ése mismo día, por la mañana, la madre de Kevin había denunciado en los Tribunales la inacción de la Prefectura en aquel tremendo día que jamás podrá olvidar. Y por la noche, recibieron lo que califican de “visita siniestra”, y de la que no dudan “pretendería encontrar algún ‘arma’ o alguna ‘merca’ que les permitiera mostrarse como héroes, en el ‘desbaratamiento’ de las bandas que causaron la muerte de Kevin”. Pero, como denuncian, el asesinato de este niño no sólo fue causado por bandas de narcos, sino también por estas bandas de uniformados. Aquél día, el barrio pagó la inacción de Prefectura con la muerte de Kevin; y luego, pagó el accionar temerario de la Gendarmería, con el pánico de muchísimos pibes y vecinos que simplemente intentan vivir con dignidad. Mientras que otros compañeros intentaban acercarse a La Garganta y eran interceptados en otros pasillos, cerrados sin ninguna justificación ni ninguna orden a la vista, por gendarmes sin identificación; los padres de Kevin escuchaban los pasos de los efectivos en el techo de su casa, sin que nadie les diera ninguna explicación. “Nosotros no estuvimos ni jamás estaríamos en contra de ningún operativo que se pueda efectuar cumpliendo los requisitos legales, pero no así, no más, ¡no más!”, gritan desde la garganta.
Denuncian que aquel sábado, liberaron la zona con total impunidad, para que otros resolvieran sus negocios a los tiros. “Que se maten entre ellos”, escuchó una vecina, cuando los prefectos dejaban la Plaza Kevin, haciendo caso omiso a las advertencias de quienes les indicaban que el tiroteo recién estaba empezando. Durante 3 horas, las dos bandas dispararon las más de 100 balas que se encontraron después, “pero los prefectos no escucharon los tiros ni tuvieron tiempo de volver, aunque su garita está a menos de 150 metros”, remarcan, y revelan que a la hora de las pericias, en el lapso en el que sólo ellos tuvieron acceso a la casa, desapareció plata de los padres, así como también sus teléfonos. “¿Saben qué hubiera pasado si la bala le pegaba al padre de Kevin, en vez de pegarle a él? Se hubiera tratado de ‘un jefe narco’, para la gorra y para los medios”.
Kevin pasaba las tardes enteras en la redacción cuando salía de la escuela. Allí era contenido, como decenas de pibes que entran y salen todo el tiempo, porque tienen las puertas abiertas a todo el mundo, todo el día. No sería difícil soñarlo como un periodista que ya de niño se crió en una redacción libre que busca desestigmatizar al villero y que se sostiene con el aporte de las cooperativas formadas para dar sustento a las economías de los más necesitados sin aportes ni pautas condicionantes.
“Que quede claro, por favor –señala una prima de Kevin que es redactora de La Garaganta– que nosotros no pedimos que se borren todas las fuerzas de seguridad, sino simplemente que actúen como lo indica la ley. Y tampoco estamos en contra de que realicen todos los allanamientos que consideren necesarios, pero sin someternos a este calvario, el mismo calvario que sentirían ustedes si en cualquiera de sus barrios desembarcaran cientos de tipos encapuchados, con armas de guerra. ¿Se lo imaginan? Acá, más allá de lo que vendan esos informes amarillos de ciencia ficción, los uniformados pueden ingresar caminando perfectamente, tal como lo hacen todos los días, con la misma tranquilidad con que se burlaron de nuestro dolor, escuchando música en la puerta de la casa de Kevin, el día que denunciamos que siempre se esconden la identificación”.
Referentes de distintos medios, entre los que se encuentra Miradas al Sur, así como miembros de la Secretaría de Derechos Humanos, que los contactaron para tenderles una mano, dieron fe del incumplimiento de la ley que obliga a los integrantes de las fuerzas de seguridad a mostrar sus nombres. “¿Entienden que no estamos jugando a las elecciones? ¿Entienden que nos mataron a mi primo? ¿Entienden que tenía 9 años? A nosotros, la politiquería berreta nos chupa bien un huevo. Y el tiempo preeleccionario nos chupa bien un ovario. A nosotros nos importa Kevin y todos los pibes de nuestro barrio, que no vivirán en paz mientras uno o cien giles de gorra puedan llevarse puestos nuestra vida o nuestros derechos”, concluyeron.
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