Publicada en Miradas a Sur el 10/03/2013

El eterno derecho a la tierra
En medio de un conflicto que ya lleva dos semanas, iniciado por los productores cafeteros al que ahora se sumaron otros sectores agrarios del país, un joven campesino colombiano cuenta su verdad sobre una lucha de casi un siglo.
Campesinos en acción. El congreso nacional agrario lidera las reivindicaciones de los trabajadores de la tierra en Colombia.     
La tierra pa’l que la trabaja”, fue una célebre consigna que marcaba el horizonte del movimiento campesino colombiano en la década del ’70, que por entonces lideraba la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC). Es necesario contextualizar la historia de Colombia para desmenuzar la complejidad de la pelea por una parcela productiva que ligó al país a una guerra sin cuartel de varias décadas.
Según publicó el politólogo Shameel Thahir Silva en el portal campesino colombiano prensarural.org, las primeras organizaciones campesinas con intenciones reivindicativas surgieron a comienzos del Siglo XX. Pero no fue hasta la década del ’20, que empezaron a exigir dominios de tierra donde trabajar en beneficio propio para dejar de ser una fuerza de trabajo cautiva y sumisa. Surgieron así los primeros partidos de izquierda.
Crisis. Los precios internacionales del café se desplomaron con la crisis del ’29, y los campesinos vieron volver atrás varias de sus conquistas.
Sin embargo, al mismo tiempo que crecía el desempleo y empeoraban las condiciones de vida, las luchas agrarias se multiplicaron. Comenzaron a formarse las Ligas Campesinas, los Sindicatos Obreros Rurales y las Unidades de Acción Rural. Con represión se buscó romper las aspiraciones revolucionarias e imponer el sistema capitalista. Desde entonces, la violencia generó desplazamientos interiores que a su vez producían mano de obra barata.
Instalada la guerra fría, desde la década del ’50, el fantasma del comunismo fue la excusa para aniquilar líderes campesinos.
Ya en 1970, con la conformación de la ANUC y ante la pérdida de tierras y la falta de una reforma agraria profunda, el movimiento campesino se lanzó a invadir tierras para presionar por su redistribución. Surgieron así las primeras guerrillas, por un lado como un proceso de autodefensa y por el otro por la tenencia de la tierra.
Un apartado especial dentro de los movimientos campesinos colombianos merece la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas, Negras e Indígenas de Colombia (Anmucic), creada en 1986 para romper con el patriarcado, reivindicar el derecho de las mujeres a ser propietarias de la tierra y exigir el respeto por sus derechos individuales, incluido dejar de ser un mero botín de guerra.
La década del ’90 quedaría marcada por una nueva constitución que si bien consagraba muchos derechos sociales, lanzaba un nuevo proyecto de ley de reforma agraria impuesto a través del mercado. También fue clave la expansión del narcotráfico con lo que se limitó aún más el acceso de los campesinos a la tierra. En 1996, más de 300 mil campesinos participaban en las marchas cocaleras en contra de las fumigaciones. Fue cuando se formó la Coordinadora de Cultivadores de Coca y Amapola que enfrentaría, desde el 2000, el Plan Colombia.
Falsos positivos. Dos masacres fueron perpetradas por militares en septiembre de 1996 y en febrero de 1997, donde helicópteros y aviones bombardearon y ametrallaron a quien tenían enfrente, al tiempo que tropas del ejército, en conjunto con paramilitares, realizaban operativos asesinando gente común y a los que colocaban ropa camuflada para simular que habían sido muertos en combate.
Desde abril del 2003, se lleva a cabo anualmente el Congreso Nacional Agrario, donde se trabaja el derecho a la tierra, la protección del medio ambiente, la política concertada con los cultivadores de coca, amapola y marihuana, los derechos sociales económicos y culturales del campesinado, indígenas y afrodescendientes, el reconocimiento de las mujeres campesinas, el derecho a la territorialidad y el fin del desplazamiento forzado, y una fuerte oposición al ALCA.
Uno de los problemas que enfrenta hoy el movimiento campesino es el acoso judicial a sus dirigentes, como viene ocurriendo desde 2008, cuando varios de sus líderes fueron encarcelados sindicados de “rebelión”.
En ese particular contexto social vive Juan Carlos Quintero Sierra, de 27 años. El joven campesino habita la región del Catatumbo, ubicada en el departamento norte de Santander, en la frontera con la República Bolivariana de Venezuela. En su casa vive con sus padres, tres hermanos y su compañera. “La lucha campesina –señala a Miradas al Sur– la vengo ejerciendo desde que tengo uso de razón, pero de manera más concreta hace 7 años”. Asegura que fue en la Asociación Campesina del Catatumbo donde comprendió que nacer en un hogar pobre, de campesinos olvidados, marginados y perseguidos por la violencia tiene que ver directamente con una dinámica de dominación marcada por la tenencia de la tierra. Y entiende que por esto se producen masacres, desplazamientos, despojos de tierras y persecuciones. “Ahí aprendí a defender nuestro territorio, los derechos humanos y el avance hacia una reforma agraria integral y democrática”, sostiene.
–¿Cuál es hoy el principal problema del campesinado en Colombia?
–La alta concentración de la tierra. A lo largo de nuestra historia hemos sido expulsados de la frontera agrícola y arrinconados en los terrenos baldíos del país. Es importante recordar que Colombia se encuentra 0,85 según la medición del índice Gini (donde cero es la menor desigualdad y uno es el nivel máximo) un número baste alto. Por otro lado, actualmente crece una gran amenaza del neoliberalismo a través de varias empresas multinacionales que operan para despojarnos de nuestros territorios y nuestro medio ambiente.
–¿Qué otros problemas los afecta?
–Pueden venir con distintos nombres, pero sólo son instrumentos para la aplicación de los mismos planes. En Colombia siempre han existido. Desde el plan LASO (1964) diseñado por el Pentágono, hasta el llamado Plan Colombia 1 ó el Plan Colombia 2… Y se traduce simplemente en paramilitares y ejecuciones extrajudiciales que apuntan a un sólo objetivo: el exterminio de cualquier oposición; en este caso, de las organizaciones sociales e insurgentes con el fin de asegurarse de manera estratégica nuestros recursos naturales.
–¿Cómo trabajan la formación de cuadros políticos internamente?
–Primero tratando de asimilar y aprender de la lucha de nuestros líderes experimentados en la guerra declarada contra el pueblo colombiano y sus organizaciones sociales. En Catatumbo nos ocupamos de la formación íntegra y revisamos desde el comportamiento en el hogar de cada uno hasta el desempeño dentro de la mismacomunidad. Se pone a prueba no sólo el discurso y conocimiento de la teoría, sino también la parte práctica en la organización de las bases. Esto, acompañado con cursos semestrales de cuadros que manejan distintos niveles e incluyen no sólo teoría política y organizacional sino el desarrollo completo del hombre. Un dirigente campesino debe saber cocinar, prestar vigilancia, oficios varios y la aplicación de la crítica y la autocrítica constructiva, al igual que la dirección colectiva y el centralismo democrático.
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