“Vengo a proponerles un sueño: quiero una Argentina unida,
quiero una Argentina normal, quiero que seamos un país serio, pero, además,
quiero un país más justo”, así iniciaba Néstor Kirchner un nuevo período, en
medio de desconfianzas impuestas, esperanzas astilladas y enemistades
fraternales en el país del crimen impune y la violencia del hambre estructurada
desde el Estado a favor de intereses externos. Ya había dicho que no pedía ni
solicitaría cheques en blanco y proponía “reconstruir nuestra propia identidad
como pueblo y como Nación”. Hablaba de identidad; también de verdad y Justicia.
En aquél discurso del 25 de mayo de 2003, en el Congreso de la Nación, nos
invitaba a creer y a comprometernos.
El pasado 17 de noviembre, día del militante, se reunieron
en el Luna Park algo más de 3500 compañeros para ver Néstor Kirchner, la película. Se había preparado una carpa sobre la
calle Lavalle esquina Bouchard para que los medios pudieran hablar con las
personalidades invitadas. Pero tal vez, lo más interesante era ver a las miles
de personas congregadas para conmoverse, abrazarse y rememorar al líder que se
fue y que cambió la forma de ver la política.
La ansiedad de los concurrentes se leía en las redes
sociales. “Preparándonos, en el día de la militancia, para ir a ver la película
de Néstor Kirchner”, tuiteaban algunos, entre los envíos que celebraban
el procesamiento de Blaquier.
Militantes de distintas agrupaciones se concentraban en los
puntos de encuentro para ingresar juntos, cantando, con los dedos en “V”. Dos
amigas, pasaron orgullosas con una remera que gritaba: “Yeguas oficialistas”.
Una vez adentro, la ansiedad explotó en cantitos con
advertencias a los gorilas, “Soy soldado del pingüino” y “Néstor no se murió”.
Apagaron las luces y Víctor Heredia en guitarra comenzó a
cantar “Sobreviviendo” acompañado por Lito Vitale en piano y un jovencito en el
violín. Se trataba de Facundo Nolasco, quien contaría luego, en la película,
que tenía 8 años cuando supo que el Presidente iría a visitar su pueblo, en
Jujuy. Entusiasmado, preparó una carta que al burlar a los custodios, logró
entregar en las manos de Néstor. Le pedía un violín. Hacía un tiempo se había
puesto a estudiar ése instrumento en su escuela pero las condiciones económicas
de su familia no le permitían comprarse uno. Días después le llegaba una caja
donde Kirchner le regalaba el que le había obsequiado a él Miguel Ángel
Estrella. “Para mí fue un compromiso inmenso. No podía defraudarlo. Así que me
puse a estudiar”, decía facundo antes de explotar en lágrimas: “Néstor me salvó
social y culturalmente”.
La película es un gran logro que emociona todo el tiempo
dejando en el aire una sensación de alegría. Resultan inevitables los aplausos
cuando aparecen, como símbolo del coraje, las Madres de Plaza de Mayo. Y los abucheos en las apariciones de algunos traidores a la
voluntad popular.
Aquél 2003, nos proponía un sueño. Curioso sueño de quien al
cerrar sus ojos, abrió millones.