Publicada en NI UN PASO ATRÁS número de diciembre 2012

El secreto de sus ojos
“Vengo a proponerles un sueño: quiero una Argentina unida, quiero una Argentina normal, quiero que seamos un país serio, pero, además, quiero un país más justo”, así iniciaba Néstor Kirchner un nuevo período, en medio de desconfianzas impuestas, esperanzas astilladas y enemistades fraternales en el país del crimen impune y la violencia del hambre estructurada desde el Estado a favor de intereses externos. Ya había dicho que no pedía ni solicitaría cheques en blanco y proponía “reconstruir nuestra propia identidad como pueblo y como Nación”. Hablaba de identidad; también de verdad y Justicia. En aquél discurso del 25 de mayo de 2003, en el Congreso de la Nación, nos invitaba a creer y a comprometernos.
El pasado 17 de noviembre, día del militante, se reunieron en el Luna Park algo más de 3500 compañeros para ver Néstor Kirchner, la película. Se había preparado una carpa sobre la calle Lavalle esquina Bouchard para que los medios pudieran hablar con las personalidades invitadas. Pero tal vez, lo más interesante era ver a las miles de personas congregadas para conmoverse, abrazarse y rememorar al líder que se fue y que cambió la forma de ver la política.
La ansiedad de los concurrentes se leía en las redes sociales. “Preparándonos, en el día de la militancia, para ir a ver la película de Néstor Kirchner”, tuiteaban algunos, entre los envíos que celebraban el procesamiento de Blaquier.
Militantes de distintas agrupaciones se concentraban en los puntos de encuentro para ingresar juntos, cantando, con los dedos en “V”. Dos amigas, pasaron orgullosas con una remera que gritaba: “Yeguas oficialistas”.   
Una vez adentro, la ansiedad explotó en cantitos con advertencias a los gorilas, “Soy soldado del pingüino” y “Néstor no se murió”.
Apagaron las luces y Víctor Heredia en guitarra comenzó a cantar “Sobreviviendo” acompañado por Lito Vitale en piano y un jovencito en el violín. Se trataba de Facundo Nolasco, quien contaría luego, en la película, que tenía 8 años cuando supo que el Presidente iría a visitar su pueblo, en Jujuy. Entusiasmado, preparó una carta que al burlar a los custodios, logró entregar en las manos de Néstor. Le pedía un violín. Hacía un tiempo se había puesto a estudiar ése instrumento en su escuela pero las condiciones económicas de su familia no le permitían comprarse uno. Días después le llegaba una caja donde Kirchner le regalaba el que le había obsequiado a él Miguel Ángel Estrella. “Para mí fue un compromiso inmenso. No podía defraudarlo. Así que me puse a estudiar”, decía facundo antes de explotar en lágrimas: “Néstor me salvó social y culturalmente”.  
La película es un gran logro que emociona todo el tiempo dejando en el aire una sensación de alegría. Resultan inevitables los aplausos cuando aparecen, como símbolo del coraje, las Madres de Plaza de Mayo. Y los abucheos en las apariciones de algunos traidores a la voluntad popular. 
Aquél 2003, nos proponía un sueño. Curioso sueño de quien al cerrar sus ojos, abrió millones.