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Necesito que se haga justicia
para poder empezar mi duelo”. Carola Labrador (39) nunca sonríe. Y confiesa que
es bien consciente de eso. Le ocurre desde hace un año, cuando su hija Candela
primero desapareció, y luego fue encontrada muerta en un baldío, debajo de un
auto quemado y abandonado. Desbordada, se predispone a hablar. Besa la foto de
Cande y luego la guarda con prolijidad en su cartera. Esta semana deberá
transitar por el difícil primer aniversario del secuestro y asesinato de su
niña, que el 16 de noviembre pasado habría cumplido 12 años. Está organizando
una suelta de globos en reclamo de justicia para el próximo miércoles 22 de
agosto a las 15.30 horas en la plaza de Hurlingham. Les pide a todos que estén
presentes, una vez más.
Candela Sol Rodríguez Labrador tenía 11 años cuando fue secuestrada el lunes
22 de agosto de 2011, en la esquina de su casa. Con pistas falsas, hipótesis de
bandas pedófilas o de trata de menores, llamados telefónicos de procedencia
confusa, pedidos de recompensa y acusaciones difusas, el caso marcó la agenda
política y mediática. El 31 de agosto fue hallada muerta dentro de una bolsa, a
tres kilómetros de su domicilio. Luego vinieron peritajes, marchas,
allanamientos y tomas de muestras, hasta que se apresó a no menos de ocho
personas. Finalmente, en abril de 2012 todos los detenidos quedaron en libertad
excepto uno, pero sólo porque estaba acusado de otro delito.
Carola es representada desde el 15 de septiembre de 2011 por el doctor
Fernando Burlando. “Tengo el mejor abogado del país, y no lo digo sólo desde el
aspecto legal, sino por lo humano. Ha estado al lado mío todo el tiempo y me ha
ayudado para no dejarme caer”, afirma, y se acomoda el prendedor que lleva en el
pecho con una foto de su niña. En días en que el tema central es el apartamiento
de la Policía Bonaerense por la presunta intervención de efectivos en el crimen,
Carola es contundente: “Sólo me queda la fe de que pronto veré al asesino y sus
cómplices en la cárcel”.
–¿Cómo fue este año sin Candela? –Durísimo. Jamás en la vida me
imaginé vivir el infierno que fue este año sin mi hija... Si estoy hablando con
vos, es porque necesito que se sepa que soy una madre destrozada que espera
justicia, y porque muchos no saben lo que sufro porque no me ven llorando por la
calle. Necesito mostrarme fuerte para pelear.
–¿Y cuando está sola? –En la intimidad lloro abrazando su ropita.
Tuve que irme de la casa donde vivía. Desarmé la que era su habitación, y hoy
vivo con mis otros dos hijos entre la casa de mi madre y la de mi mejor amiga,
Cecilia. ¿Cómo iba a hacer para limpiar su cuarto y encontrarme con sus cosas
sin que ella esté? No podría. Burlando me decía hace un tiempo que algunos
golpes de la vida te llevan a la locura o te fortalecen para conseguir justicia.
–¿Es cierto que anduvo investigando usted misma? –Cuando dejaron
libres a todos los imputados me metí en el barrio, fui a los lugares señalados
en la causa y empecé a interiorizarme de quién era cada uno de esos personajes,
que hasta ese momento no conocía. Fui sabiendo en qué están metidos. Hoy ya sé
quién es quién.
–¿Cómo vivió todo lo que se fue diciendo en la causa? –Fue una
cuota de crueldad adicional. Era parte de un plan macabro para que no se sepa la
verdad. Inventaron una madre que vendía drogas, un ajuste de cuentas para el
padre, y que todo aparentemente cerrara así.
–¿Se salva algún político? –Si tengo que rescatar a uno, al
gobernador Daniel Scioli, alguien maravilloso a quien le dije: “No sé qué
historia le contaron, pero yo vengo a decirle la verdad”. Le relaté cómo había
sido mi vida y la de Candela. Desde que me mostraron a mi hija tirada en el
piso, muerta y dentro de una bolsa, estuvo siempre a mi lado. El me ha
demostrado actitud al poner toda la fuerza política para que el asesinato se
esclarezca y que los culpables tengan la condena que merecen.
–¿Cree que se hizo todo lo posible? –No. Si fuera así, Candela
estaría viva. Porque cuando se supo dónde estaba, en lugar de enviar cinco mil
efectivos, rodear la zona y rescatarla, se permitió que llegaran primero los
medios, que los secuestradores se pusieran en alerta, se escaparan con ella
todavía viva. Después, con mi hija en una bolsa, descubierta por cartoneros,
armaron un circo alrededor, con una historia que no era, que incluía desde
llamadas falsas para despistar hasta el envío de una persona para que me insulte
el mismo día del entierro de mi hija.
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Carola hace un alto y cuenta que había conocido a su marido, Alfredo
Rodríguez –hoy detenido en una causa de piratería del asfalto–, a sus 26 años
(tienen la misma edad), en un baile adonde concurriría el cantante Rodrigo. Ella
ya tenía un hijo, todavía bebé, que había tenido de alguien a quien no volvió a
ver nunca más. A Alfredo ese hijo –llamado Emanuel– lo enterneció y de inmediato
empezó a fantasear con su paternidad. “El y mi hijo se adoraron desde el
principio. Se convirtió en su papá”, cuenta Carola. Noviaron un tiempo, y cuando
casi dos años después ella supo que estaba embarazada de Candela, tocó el cielo
con las manos.
–¿Qué recuerda de Cande? –Era un nena alegre que cantaba y bailaba
todo el día. Hacía de Tita Merello: le gustaba Se dice de mí. Se disfrazaba...
Habría sido una gran artista. A Tita había llegado por una obra que habían hecho
en el colegio (EGB Nº 28 Cartero Bruno Ramírez, de Hurlingham), donde era
abanderada. Un día llevaron a todo el grado a visitar Caminito, y unos
bailarines de tango le dieron una tarjetita, porque querían contratarla para que
actuara en su show. Desde chiquitita le gustaba el baile y aprendió clásico.
Hacía tres meses que había ingresado al grupo de scouts de la parroquia San
Pablo Apóstol. Era tan hermosa...
–¿En qué cambió su vida? –Hoy tengo custodia. No puedo andar más en
bicicleta. Adonde vaya lo hago acompañada. Tuve fobia, perdí la alegría... Trato
de estar bien, pero alegre no creo que pueda estar nunca más. A veces, cuando
paso por la plaza, digo: “Pensar que yo era feliz con sólo venir con mi hija a
comer tortas fritas y tomar mate...”. Me falta ella. Es un vacío que no se llena
con nada. Mis pilares están en mi familia. Mis hijos han envejecido
aceleradamente. Los veo con otros chicos y no hablan de las mismas cosas. Han
madurado de golpe, tienen conversaciones de grandes... Es por la tragedia que
les tocó vivir, es porque masacraron a su hermanita.
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Una imagen desgarradora
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Carola le confió a GENTE que vive sumida en
el dolor por la muerte de Cande, y que es consciente de que ya no podrá ser
feliz. “Tuve fobia, perdí la alegría. Trato de estar bien, pero alegre no creo
que pueda estar nunca más. La extraño demasiado”. |
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¿Quién mató a Candela?
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Postales contrapuestas de distintos momentos:
Cande de vacaciones con su mamá, de delantal en el cole –donde era abanderada–,
y con su sonrisa permanente y el flequillo característico. |
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Dolor
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El día de su entierro, con su madre, Carola
Labrador, abrazando el cajón. Ya pasó un año y no hay detenidos ni culpables por
su asesinato. |
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Por Felipe Deslarmes. Fotos: Julio Ruiz.
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