“Los grupos de tareas que ellos dirigían se manejaban como la Gestapo”, recordó a Miradas al Sur el abogado y periodista Pablo Llonto como una de los dichos que más le movilizó en el juicio por crímenes de Lesa Humanidad que el jueves pasado llevó a dos ex comisarios de la Policía Bonaerense a prisión común. La frase recordada por Llonto pertenecía a la madre del joven de 19 años Jorge Sznaider, que revivió en carne propia los padecimientos de su familia huyendo de Polonia por la persecución de judíos.
En el juicio, Llonto actuó como querellante por la familia Sznaider, pero también actuaron la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y el colectivo "Justicia Ya".
Los dos comisarios eran Roberto Bustos y Jorge Bianchero, ambos hoy con 78 años, que fueron condenados a 19 y 9 años de prisión respectivamente por el secuestro y desaparición de seis jóvenes integrantes de un taller literario.
Norma Beitone había sido la primera secuestrada del grupo. La capturaron cuando salía de trabajar en una perfumería del barrio de Almagro. Al día siguiente, el 12 de mayo de 1979, completaron los secuestros en un operativo que irrumpía en la cena que tenían organizada.
Junto con Jorge Sznaider, se llevaron también a Hugo Malozowski y a Jorge Pérez Brancatto; los tres eran estudiantes de primer año del profesorado "Mariano Acosta". Esa noche también secuestraron a los escritores Carlos Alberto Pérez y su esposa Mirta Silber, que completaban el taller literario llamado "Horacio Quiroga" y que todos los viernes se reunía en el departamento porteño de la calle Ecuador 218, en Once.
El grupo de hombres armados que se los llevó, excusó la necesidad de averiguación de antecedentes. Nunca más se supo de ellos, pese a la intervención de la embajada de EEUU.
Bustos había sido jefe de la división Informaciones de la delegación San Martín y Bianchero, el titular de la seccional Villa Lynch.
En el juicio que se había iniciado el 9 de mayo pasado y donde se dispuso la inmediata detención y traslado a una cárcel común de los ex comisarios, intervinieron los jueces Lucila Larrandart, Daniel Petroney Héctor Sagretti. El fallo unánimemente consideró el caso como de crímenes de Lesa Humanidad y por ello, imprescriptible, y abrió la posibilidad de investigar si hubo más responsables.
Allí, logró probarse la responsabilidad de Bustos y Bianchero así como que los jóvenes fueron llevados al Destacamento de Inteligencia 201 de Campo de Mayo, donde funcionaba el centro clandestino de detención. Los represores habían llegado al juicio en libertad ya que estaban procesados sin prisión preventiva.
Algunas de las críticas de familiares e integrantes de agrupaciones de Derechos Humanos indicaban que el día de la sentencia en un juicio oral y público, en la sala había apenas 22 asientos, lo que obligó a muchos familiares a ubicarse en los pasillos abarrotados del Tribunal Oral Federal 1 de San Martín.
“Es un problema viejo de San Martín –señaló Llonto- que empezará a solucionarse en julio cuando habiliten el nuevo edificio alquilado para sede de los juicios orales. Pero hacen falta lugares más grandes aún porque se espera que vayan unas 100 personas o más”.
Los familiares de los desaparecidos recibieron la sentencia con al grito de “presente” luego de la mención de los nombres de sus seres queridos víctimas del terrorismo de Estado. El anciano padre de Jorge Sznaider, que fue quien inició la denuncia y la causa junto con el letrado Llonto, debió esperar 33 años por justicia contra quienes le arrancaron a su hijo de su vida. Al llegar al tribunal había sido recibido con aplausos.
El lunes 14 de Mayo pasado a las 18.30 hs. Se colocaron en forma colectiva nuevas baldosas por la memoria, en la porteña Escuela Normal Superior N° 2 Mariano Acosta (Urquiza 277). Entre los 35 nombres, están los de Sznaider, Malozowski y Pérez Brancatto.
Tanto Bustos como Bianchero fueron juzgados por los delitos de "allanamiento ilegal, privación ilegal de la libertad agravada por abuso funcional, amenazas, violencia y tormentos" ya se encuentran en la unidad 22 del Servicio Penitenciario, por donde empezaron a pagar por lo que hicieron.