Recorrimos La Cava con el ministro Stornelli (Publicada en GENTE el 28/10/08)

RECORRIMOS LA CAVA CON EL MINISTRO DE SEGURIDAD BONAERENSE

Por Felipe Deslarmes
Fotos: Maximiliano Vernazza
“El control es sólo una pata dentro del problema de la violencia”, dijo Stornelli.
Tras el asesinato del ingeniero Ricardo Barrenechea delante de su mujer y sus cuatro hijos, que generó una marcha multitudinaria el domingo en San Isidro, el ministro de Seguridad bonaerense, Carlos Stornelli, se adentró en el corazón de La Cava. GENTE transitó con él y Gendarmería sus pasillos, habló con sus habitantes, con sus vecinos y con la Policía bonaerense. Así se vive en una de las villas más cuestionada y temida del momento.

Stornelli en su laberinto. El ministro escoltado por GENTE, caminando por los recovecos de La Cava. “Los fatídicos hechos del martes 21 de octubre no se corresponden con un crecimiento delictivo en la zona”, entiende.

Rastrillaje y custodia. Las fuerzas de seguridad estatales redoblaron sus trabajos a partir de la muerte del ingeniero Barrenechea. Hoy hay 140 gendarmes. La villa –situada entre las calles Intendente Neyer, Intendente Tomkinson, Hudson, y avenida Rolón– está habitada por diversos grupos étnicos que, de distinta procedencia, han unido lazos conformando clanes que les permiten conservar y compartir costumbres y tradiciones, aunque al mismo tiempo los aíslan.

Del martes negro...
El 21 de octubre hubo cuatro delitos graves en San Isidro: a las 7 AM, al menos tres menores (al cierre, se los había capturado en La Matanza) intentaron robar la casa de Perú 725 (foto), asesinando al ingeniero Barrenechea delante de su esposa y sus cuatro hijos (foto). Germán Garciadauro (71) recibió un disparo en el pecho, de ladrones que entraron a su vivienda. Otra bala hirió a la doméstica. Los Falcón, un matrimonio con cinco hijos, fueron asaltados en su hogar. Dentro de La Cava, Rodrigo Ayala (18), cayó asesinado.

...al domingo de marcha
El 26, una multitud reclamó mayor seguridad frente a la Municipalidad de San
Isidro. Se hizo una oración interreligiosa y se acercó un petitorio. El Concejo Deliberante declaró la emergencia del Municipio encabezado por Gustavo Posse. Estuvo Juan Carlos Blumberg.


Usted señaló los hechos del martes pasado como “excepcionales”…
–Sí –contesta Carlos Stornelli, ministro de Seguridad bonaerense, comenzando a recorrer La Cava–. Fueron dolorosísimos, sobre todo por el grado de violencia y brutalidad inusitadas con que se manejaron los delincuentes, pero digo que son hechos que tienen un carácter de excepcionalidad y no se corresponden con un crecimiento delictivo en la zona.

El martes 22, la inseguridad golpeó nuevamente a San Isidro, cuando en el término de dos horas y en un radio no mayor a 30 cuadras se cometieron al menos cuatro delitos. En uno de ellos asesinaron frente a su esposa y cuatro hijos al ingeniero Ricardo Barrenechea (46). En un principio se creyó que los delincuentes, en su mayoría menores, procedían de la villa de emergencia La Cava. La crueldad y la violencia desatadas llevaron a que se reubicara a Gendarmería en la custodia de esa villa de 24 hectáreas. Esa fuerza custodiaba el sector desde hacía varios años, pero en estos últimos meses había empezado a retirarse por orden del gobierno nacional. De los 10 puntos de ingreso a la villa, hoy Gendarmería cubre cinco. “Pero en estos días estamos volviendo ocupar todos los puestos”, reveló uno de los responsables de controlar que no pasen armas ni drogas y de revisar cada auto, para asegurar que tampoco oculten a secuestrados.
“SUICIDAS CAMINANDO LOS PASILLOS”.
Antes de ingresar por el puesto 1, en la esquina de Neyer y Rolón, Hugo Amanquez –nacido allí en 1955 y concejal en el ’89– cuenta: “Acá siempre vivió gente trabajadora, que estaba de paso y que buscaba juntar unos pesos, comprarse un terrenito e irse. Pero desde hace varios años, el que llega ya no puede irse”. Sobre la socio-demografía de La Cava detalló: “Hoy, muchos chicos que son tercera generación de los primeros habitantes, que vieron a sus padres deslomarse para no llegar a nada, están desesperanzados. Entonces entran en la droga y se convierten en suicidas caminando los pasillos”. Así, intenta buscar explicación a la delicada situación actual de sus jóvenes pobladores.
9.500 HABITANTES = 10% DELINCUENTES.
El nombre de La Cava se debe a un pozo, una excavación, que en 1946 realizó Obras Sanitarias para utilizar tierra colorada para filtrado de agua. El proyecto debió abandonarse. Al poco tiempo se ubicaron las primeras casillas, ocupadas por personas provenientes del interior y de Chile. El reacondicionamiento de las villas de la Panamericana en 1956 acercó nuevos habitantes.
En 1998, un censo municipal fiscalizó 8.300 residentes, cifra que ratificó el Censo Nacional de 2001. El teniente primero Juan Carlos Rugero, a cargo de la comisaría La Cava, hoy acerca sus cifras. “En la actualidad –puntualiza– debe haber unas 9.500 personas y, diría, no más del diez por ciento son delincuentes. ¿El resto? Trabajadores”. Desde otro ángulo, Víctor Gallardo (52, pintor, padre de cuatro hijos), sostiene que la población cambió mucho. “Mi padre murió cuando yo tenía 10 años. Me crió la gente del barrio. Pero aquél era otro barrio...”, afirma, al tiempo que un grupo aislado de jóvenes le hace gestos amenazantes al periodista y al fotógrafo.
“VES A NENES DE 7 AÑOS, FUMANDO PACO”.
El patrullaje de las fuerzas de seguridad ha devuelto tranquilidad a los vecinos cercanos. Para Horacio Benes, que vive a una cuadra de la villa desde 1982, “gracias a la intervención de Prefectura primero y de Gendarmería luego, en estos últimos años hubo una limpieza apuntada a los que utilizaban La Cava como base o para dejar sus cosas”. A su lado otra vecina, Raquel Miño, con tres décadas en el barrio, recuerda:
“La delincuencia en La Cava no es juvenil… ¡es infantil! Si hasta ves a nenes de 7 u 8 años fumando paco”. Emilia Lage lleva medio siglo en el lugar. Su casa se alza frente a un puesto de Gendarmería. “Desde que nos lo sacaron el lunes 21 hasta que regresaron dos días luego, no dormí tranquila”, admite. Entretanto, Fernanda González (22, nacida aquí), con cinco hermanos a quienes lleva y trae de la Escuela Nº 23 Congreso de Tucumán, confirma que “ahora, con Gendarmería, la cosa está más tranquila. Antes había muchos tiroteos, muertos a cualquier hora”. González adjudica el aumento de la violencia al ingreso del paco a la villa, si bien aclara que no son sólo dos pandillas las que pelean permanentemente. “Hay banditas por cada división del barrio. Sin embargo, la mayoría de los habitantes de La Cava somos trabajadores. ¿Nuestras precauciones? No salir después de las 10 de la noche”.
SALUBRIDAD NULA. Al ingresar por los pasillos de la puerta 4 se revelan las terribles condiciones de salubridad: no hay cloacas, en el pasillo y al aire libre se ve el agua sucia estancada, y un aroma hediondo y nauseabundo recuerda al Riachuelo. Aunque comenzó a ser poblada hace sesenta y dos años, la primera canilla para extraer agua de pozo no se colocó hasta 1965. La segunda llegó tres años después. Recién en 1990 La Cava logró agua potable mediante un tendido de cañerías aéreas. Y en 2001 el Municipio comenzó la urbanización abriendo calles, asfaltando y aportando cloacas, red de gas y luz, aunque todavía no llegó a todos los habitantes.
“LA FALTA DE OPORTUNIDADES”. Al promediar su visita, GENTE le pide al ministro Carlos Stornelli un análisis del estado de La Cava, en tiempos en que el gobernador bonaerense Daniel Scioli propone bajar de 16 años la edad de imputabilidad de los menores que participan en delitos graves.
–Está bastante tranquila –entiende–. En los índices delictivos, La Cava no tiene demasiada incidencia. La cantidad de gendarmes facilita las tareas de control, aunque ésa es sólo una de las patas del problema. Hacia allí apunta el Plan de Urbanización. Las obras de inclusión disminuyen la violencia. Cuando se incluye al excluido hay muchos conflictos que desaparecen, y la violencia decrece. La falta de oportunidades hace que un menor, un chico, un adolescente, entre en una zona de riesgo. ■


De armas tomar. Dos policías, de custodia en la villa. Aquí viven alrededor de 9.500 personas. El número de policías y gendarmes que patrullan las 24 hectáreas asciende a 50 y 140, respectivamente.

Barrio adentro Stornelli conversa con algunos chicos de La Cava. “Cuando se incluye al excluido hay muchos conflictos que desaparecen, y la violencia decrece”, opina el ministro de Seguridad bonaerense.