La herrumbre
de un dardo en la herida
Lo peor de una historia es cuando queda trunca. Y hay historias que
queman como un fierro caliente.
Tal vez quien supo mejor la diferencia entre quemar y arder fue Dardo
Sebastián Dorronzoro. Poeta, periodista y herrero, moldeaba cada palabra a
martillazos. "No es solamente la luna ni el rocío ni la luz celeste de los
pájaros, puede también ser una alpargata vieja, toda agujereada, toda casi
muerta después de andar fábricas, andamios o duros y calientes caminos de
noviembre. No, no necesariamente todo lo poético debe ser bello”. Clinclan,
clinclan.
Una vez ganó un premio. Dos veces. Pero el de marzo de 1971 prendió el
brasero. Un premio de guita. Eran 80 lucas de la época. Y debe haber sido mucha
guita porque generó una rabieta en los círculos literarios y políticos que sólo
puede despertar la envidia. Lo acusaron de incoherente, de contradecirse, de
todo, pero de forma anónima y en diarios. Es que el premio literario se lo
otorgaba la Biblioteca Ameghino a quien Dardo había pinchado de macartistas.
Dejó pasar un tiempo hasta que con la mueca de una sonrisa marcada en su
mejilla les respondió citando (tal vez más por su condición de herrero que de
poeta) a Martín Fierro: “El primer deber del hombre es defender su pellejo, y
como mi pellejo anda volando por todas partes, incluso hasta por teléfono,
salgo a defenderlo”. Revisó entonces todas las acusaciones y las puso en el
yunque: -clinclan, clinclan- que aceptó premios de quienes denostó, que acusó
pero agarró, que por qué no la regaló a los pobres, y él que es tan
revolucionario. Clinclan, clinclan. Y todos dele que dele, pero nadie levantaba
cargos. Y apuntó: “Aunque, en realidad, ya estoy sospechando que lo que les
duele a estos benéficos ciudadanos no son los cargos, sino que un simple
herrero se junte con ochenta billetes de a mil, y para colmo, por la estúpida
razón de haber garabateado un poema”. Y recién entonces esgrimió sus razones
invitándolos a no engañarse con su cara de ángel:
1) porque, como todos saben, amo extraordinariamente el dinero.
2) porque de ninguna manera podía dejarlo en manos de gentes que, muy
probablemente, irían a utilizarlo en comprar una soga para ahorcarme, o algo
parecido.
3) porque, dado mis convicciones ideológicas, no puedo regalárselo a los
menesterosos (como pretende un anónimo y melancólico Orfeo), pues los
menesterosos no saldrán de esa terrible condición con limosnas sino con una
auténtica revolución socialista.
4) porque no soy un imbécil.
Pero sobre todo, reconoció: “yo tengo un alma diabólica, pero mi lengua
no sirve para tapar basura. Prefiero morir sin pellejo antes que silenciar
inmoralidades”. Y les clavó que para decir cosas no recurría a la sucia arma
impropia de utilizar un periódico decente para decir las cosas, “sino que las
digo con mis dos nombres y apellido o frente a una cara, por más fea que sea”.
Y relamiéndose les invitó a dejar los ochenta mil tranquilos, “que ya están
gastados".
Por suerte, a algunas personas no se las pueden callar. En su poema Canción para mi sangre libre, decía “yo
no quiero mirar de costado a los ministros,/ morir en cualquier amanecer con la
sangre limpia”. Clinclan, clinclan.
Los 30 mil, en su mayoría tenían entre
15 y 35 años. Dardo tenía 65. Lo desaparecieron dos veces. La
primera, dos semanas antes del golpe de
Estado de 1976. El 10 de marzo, un grupo del Regimiento 6 de Infantería del
área 115 de la ciudad de Mercedes que también operaba ahí desde fines de
1975, autodenominado “comando Bruno
Genta”. Amenaza y posterior secuestro era la forma en que este grupo se había
cargado a varios militantes de la ciudad anteriormente. Bruno Genta había sido
un poeta argentino anticomunista, nacionalista y católico honrado por todas las
dictaduras. Así que para desaparecer a un poeta revolucionario enviaban a un
grupo apodado con el nombre de un poeta facho.
La esposa de Dardo, Nelly, que había sido su compañera, antes su amiga y
antes su prima, describió que ingresaron encapuchados, rompiendo todo a su paso
cuando se lo llevaron.
Consta en la causa, que a Dardo lo dejaron tirado en un camino de tierra
por Carmen de Areco, tres días después de su secuestro. Le dijeron que tenía
que irse del país. Y para convencerlo, lo habían torturado, golpeado, habían
hecho simulacros de fusilamiento, mientras le machacaban vinculaciones
políticas con la yerra de "Marxista-Leninista". Y dice la exposición
policial de su declaración que a cada pregunta les respondió con claridad y
veracidad y que por eso resolvieron soltarlo. Ya en su casa, Nelly le dijo que
no la lesionaron físicamente aunque le habían dejado mensajes dentro y fuera de
la casa que constan en el expediente de 1976: "Comando Jordan Bruno Genta,
viva la patria", algunas cruces pintada con aerosol en distintos lugares
junto a frases como: "Casa de bolche" o "Dios, patria,
hogar", y la leyenda "croto" apuntando con una flecha a un
retrato del Che Guevara.
Por esos días empezaba a esbozar algo así: “Desde hace tiempo siento la
amenaza / de este viento sobre/ la luz de mi lámpara, sobre esa luz que apenas/
me alcanza para no perderme/ entre las garras del mundo, entre los dientes/ de esa inmensa muchedumbre
de lobos en la sombra”.
Pero volverían a desaparecerlo - y esta vez sería definitiva- un 25 de
junio de 1976. El mismo grupo, con otras órdenes.
Aunque sus primeros textos periodísticos y poesías aparecieron en una
publicación del Partido Socialista, más que por sus conocidas notas en los
diarios Alberdi de Vedia, El Civismo de Luján y La Gaceta de Tucumán, y más que
en sus libros publicados e inéditos, para los lujanenses dejó su firma grabada
en la barra de los jóvenes guevaristas o de la juventud peronista que se
acercaban al taller a debatir; a forjar sueños de hierro en talleres literarios
que no esquivaban la política.
Escribió mucho. Todavía quedan inéditos. Uno es La grieta (ojalá se refirieran a esta grieta en los debates
actuales), una novela. Sí se publicó su novela La nave encabritada (premio
de novela Emecé, 1964) y sus libros de poesía Una sangre para el día (1975); Llanto
americano y “Viernes 25” (editados
varios años después de su desaparición). Además de La grieta, nos privaron de Para
no morir, Quien heredará nuestra
sangre, Fusiles al amanecer y el
libro de cuentos La porción del diablo.
Hijo de anarquistas, había nacido en San Andrés de Giles, el 14 de julio
de 1913. Llegó a Luján echado por las ideas de sus padres. Fue un poeta de lo
cotidiano. Hablaba de La sencillez a la
que le temen los palacios. Trabajó en una fábrica de Luján hasta que pudo
abrir las puertas (también a la comunidad) de su propio taller de herrería
artística. Al cumplirse 100 años de su nacimiento, Dardo Dorronzoro recibió un
cálido homenaje (cómo no) de las Madres de Plaza de Mayo de Luján. Ahogando la
posibilidad de demostrar hasta dónde sería un hombre de palabra, quien se
definía diciendo “fui, soy y seré un poeta revolucionario”, un tiempo antes
había escrito: “sobre mi tumba verán florecer un puño”. Tenía mucho por hacer.
Grabadas a fuego, a golpe de martillo, debería estar siempre, un dardo en
nuestra memoria.
Lo peor de una historia es cuando queda trunca. Y Ay