Publicada en Miradas al Sur del 23/03/2014

Marcas imborrables
Marcelo Duhalde, Marianela Galli y Charli Pisoni. Tres reflexiones sobre la recuperación del Estado de derecho, la lucha y la construcción colectiva de la vida social.        A treinta años de democracia, una construcción que recién se está consolidado, todavía hay resabios: la conformación de las distintas corporaciones que van desde la corporación judicial a la de los medios de comunicación, pasando por la de los grupos económicos que se beneficiaron con la última dictadura”, señala a Miradas al Sur Charly Pisoni, subsecretario de Promoción de Derechos Humanos de la Nación, y puntualiza que una de las deudas pendientes es la democratización de las fuerzas de seguridad y las fuerzas militares. “Se ha avanzado muchísimo con este Gobierno que ha levantado las banderas del respeto del derecho humano a la vida, ordenando a los integrantes de las fuerzas de seguridad que no se reprime la protesta social. Sin embargo, todavía nos queda por hacer. No podemos tolerar que, a treinta años de democracia y a treinta y ocho años del golpe genocida, haya torturas en cárceles o casos de violencia o abuso policial”. Entiende que corrió demasiada sangre en la historia de la Argentina y que “una de las formas de afianzar la democracia es democratizando las fuerzas de seguridad”, señala Pisoni, con el profundo conocimiento de las marcas de la dictadura porque es hijo de desaparecidos.
“Las marcas que ha dejado la dictadura trascienden ampliamente el área de los Derechos Humanos y que tienen que ver con una cultura instalada a través del tiempo, no sólo por la última dictadura sino por todo lo periférico de sus corresponsables; y es ahí donde tienen un papel fundamental los medios de comunicación”, observa a este medio Marcelo Duhalde, director de prensa del Archivo Nacional de la Memoria (ANM) y hermano de Eduardo Luis Duhalde, quien fuera secretario de Derechos Humanos de la Nación hasta su deceso, el 3 de abril de 2012.
Duhalde hace referencia a la instalación de una cultura vinculada a un pensamiento de país para pocos, donde se aplican medidas económicas que aseguran la rentabilidad de los que más tienen y sostiene que los derechos humanos transitan horizontalmente toda la sociedad y fueron violados o ignorados “fundamentalmente por cuestiones económicas”.
“Que todas estas banderas que hemos llevado adelante durante tantos años –observa Pisoni– hoy sean políticas de Estado, es para nosotros ver concretar un imposible. Ver a Astiz tras las rejas, que Videla no haya muerto en libertad e impune, nos parecía un imposible.” Para él, las políticas de derechos humanos de Memoria, Verdad y Justicia fueron los pilares para construir un país sin impunidad. “En un país con impunidad habría sido imposible que Pedraza estuviera preso, que se construyera la justicia social o ampliaciones de derechos como la Asignación Universal por Hijo, los seis millones de puestos de trabajo, las más de 1200 escuelas, ley de matrimonio igualitario, una ley de identidad de género, un plan de viviendas con Procrear... Entonces, cuando se habla de derechos humanos no se está mirando al pasado, sino que justamente se está mirando al futuro.”
Para Duhalde, también en la década del 70 se defendían los derechos humanos, aunque con organizaciones como la Asociación de Familiares de Presos Peronistas, o el Movimiento contra la Represión y la Tortura. “Esta definición tan clara sobre los derechos humanos se fue construyendo con el tiempo”, asevera. Su hermano y Rodolfo Ortega Peña fueron precursores en la defensa de los presos políticos, sociales, gremiales y estudiantiles que todavía no había alcanzado los niveles posteriores a 1976. “El bombardeo a Plaza de Mayo de junio del ’55 fue uno de los quiebres en la historia y el cambio de método en la represión que irá incrementando la violencia, primero con la proscripción del peronismo y la prohibición de siquiera mencionar sus nombres o símbolos; luego con el encarcelamiento y tortura de dirigentes, la intervención de los sindicatos y la anulación de las conquistas populares. “Pero tomará características impensadas con el asesinato y desaparición del dirigente sindical peronista Felipe Vallese, punto de partida de otros secuestros de la década del 60. Y tomará dimensiones brutalmente masivas después del ’76 llegando a 30.000 desaparecidos.”
Pisoni fue uno de los integrantes y fundadores de Hijos, una agrupación que renovó el pedido de justicia en la década del ’90, cuando los responsables de delitos de lesa humanidad circulaban por las calles con total impunidad, luego de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y del indulto menemista. Hijos había surgido de acompañar a los movimientos de derechos humanos pre-existentes como Madres de Plaza de Mayo, Abuelas y Familiares que habían comenzado la lucha en plena dictadura. Por entonces, un grupo de hijos de desaparecidos a quienes cada vez se sumaban más adherentes ayudaban a la comunidad, informando con representaciones artísticas que al lado de su casa vivía un asesino. Eran los escraches. “De alguna manera los genocidas se refugiaban en el anonimato. Que no hubiera un proceso judicial y no se conocieran sus caras les otorgaba impunidad. Aquello era desenmascararlos y advertir a los vecinos que ese tipo había violado a mujeres, apropiado a bebés y torturado a gente sin defensa”. Sostenían que “si no hay justicia, hay escrache popular” y por eso, con la anulación de las leyes de la impunidad se terminaron los escraches y los militantes se dedicaron a reunir pruebas para colaborar con la Justicia. “De la parte jurídica no sabíamos una goma, entonces tuvimos que aprender a leer los expedientes, saber qué era un juicio oral, informarnos para ayudar a reunir pruebas”.
Aquel 24 de marzo de 1976 tomó a los hermanos Duhalde en la clandestinidad y con varias medidas precautorias que habían empezado a poner en práctica luego de que el 31 de julio de 1974 asesinaran a Rodolfo Ortega Peña, principal referente de su grupo y el primer asesinato político asumido públicamente por la Triple A. “Eso nos obligó a pasar a la clandestinidad. Dejamos de frecuentar nuestros lugares. Había 10 mil efectivos buscándonos.” Pocos meses antes del golpe, Eduardo Luis creaba la Comisión Argentina de Derechos Humanos para recurrir a organismos y prensa internacional para denunciar lo que estaba pasando, ya no sólo con la Triple A, sino con los militares ejerciendo la represión en distintos lugares del país.
Prácticamente sitiados, decidieron irse del país desde donde seguirían denunciando. De la recopilación de información que obtuvieron en esos años y buscando frenar el accionar de los militares, surgió el libro El Estado Terrorista Argentino, que revelaba el horror que se vivía en la Argentina, mucho antes de la salida del Nunca Más. “Era una síntesis del pensamiento de Eduardo y del trabajo que hizo por la defensa de las libertades públicas y de los derechos humanos”, señala a Miradas al Sur Marcelo Duhalde sobre el primer libro que revelaba un Estado al servicio de políticas genocidas, cómplice y posibilitador de la masacre que sufrió el pueblo argentino.
“Se ha avanzado mucho en materia de Justicia, hay más de 500 condenados, hay cientos de procesos en curso, hay investigaciones por parte de fiscales, hay 110 nietos recuperados, pero todavía falta mucho más sobre la verdad; qué pasó con el destino de nuestros viejos, de nuestros familiares y seres queridos”, detalla Marianela Galli, hija de desaparecidos y quien recientemente celebró con el ministro de Defensa, Agustín Rossi, un nuevo hallazgo de documentos que prueban la participación de militares en casos de violaciones a los derechos humanos. “Falta todavía indagar más sobre el rol de las empresas durante la dictadura. Necesitamos que se eleven a juicio las causas donde están involucradas las empresas Ledesma, Ford, Loma Negra; corresponsables del golpe, de secuestros, tortura y desaparición de trabajadores”, remarca y celebra la decisión de que cada uno de los organismos del Estado hoy están revisando su propia memoria. “Pero también hay que trabajar para lograr herramientas jurídicas que permitan no solamente condenar a los responsables individuales de esas empresas sino también a las empresas. Ya empezamos por los empresarios y directores que estuvieron a cargo y que entregaron listas de trabajadores, aportaron infraestructura y móviles o instalaron salas de tortura en las fábricas”. Pero Galli considera que hace falta ir más allá y reclama revelar “quiénes y cómo son las decenas de grupos económicos que se beneficiaron endeudando empresas por 23 mil millones de dólares a sabiendas que la deuda se estatizaría gracias a una maniobra de Domingo Cavallo. Algo que nos sigue condicionando, porque quienes se beneficiaron entonces, encima nos siguen presionando”.
“Había una gran simbiosis entre Néstor Kirchner y Eduardo Luis –revela Marcelo Duhalde–. Yo escuché decir a Néstor que él se había formado leyendo a Ortega Peña y Duhalde. Y Eduardo dejó de ser juez para sumarse al proyecto de Néstor, porque estaba convencido del político que tenía al lado y lo explicaba de esta manera: ‘Está en Néstor el fuego sagrado de los grandes líderes que llevan adelante las grandes transformaciones’.” Uno de los mayores desafíos que debió enfrentar Néstor Kirchner fue mejorar la relación de las FF.AA. generando un contexto que permitiera recuperar la Memoria, Verdad y Justicia, recuperando documentos, derogando el Código de Justicia Militar, conformando unas FFAA con valores democráticos que no carguen un pasado sangriento y modifiquen su instrucción y concepto. “Pero todavía falta concretar que las propias fuerzas se apropien de historias como la de mi viejo o como la de Valle –reclama Galli–; me gustaría que construyeran Memoria no a través de la historia oficial sino de las resistencias que se dieron en el marco de las FFAA.” Galli tiene muy presentes las marcas personales que le dejó la dictadura: “El no haber podido conocer a mis padres, no poder disfrutar de los hermanos que me podrían haber dado, porque sé que ellos planeaban tener muchos hijos, pero me quedó el libro de poemas de mi viejo que cuando ando bajoneada me levanta el espíritu… voy ahí y me da fuerzas…”.
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