Qué pasa con el film sobre historias de militantes presos en la Unidad 9
Corría el año 1977: el sol todavía ni asomaba y los golpes en la pared indicaban que era la hora del entrenamiento. Entrenamiento a escondidas, ya que la nueva dirección había prohibido el ejercicio físico con un objetivo clarísimo: quebrar psíquica y físicamente a los presos encerrados en un cubículo de 2,30 × 1,5m en la Unidad 9 de la Plata. Había que resistir, entonces. Las autoridades militares ya habían ido sacando de allí a varios presos comunes para llenarla de presos políticos. Y con los presos políticos: torturas, requisas, golpes, asesinatos disfrazados de intentos de fuga y desapariciones de familiares. En esos años de encierro, el ejercicio físico clandestino era organizado personalmente por Carlos Martínez, un gimnasta tan reconocido entonces como Vilas en tenis o Lúpiz en esgrima. Y un gimnasta militante. Por eso, en la Unidad 9 había quedado en el segundo grupo, el de los irrecuperables. Mil historias ocurrieron allí. Sin embargo, siguen tapadas. Pero un grupo de aquellas víctimas se decidió, hace ocho años, a contar en una película todo lo ocurrido. Una forma de legado para las nuevas generaciones y una forma de justicia por los que murieron. Empezaron las gestiones en el Instituto Nacional del Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) por un pedido de ayuda económica. El expediente lleva el nombre de “Condenados”, por la referencia inicial de las víctimas y por la condición en la que hoy se encuentran sus captores. Una de las exigencias del Incaa fue que se realizara íntegramente en el ámbito original. Esto modificaba el presupuesto de manera sensible. Pero aceptaron el reto. Ya con el pedido en marcha, se presentaron también a una propuesta para lograr financiamiento para realizar una serie televisiva con los mismos ejes. “Una serie y una película apuntan a públicos distintos –dice Martínez– porque tienen formas narrativas diferentes, porque no todo televidente ve todos los capítulos de una serie y porque de las emisiones de la tele se retiene muy poco. Mientras que el espectador del cine está mucho más concentrado y hasta puede volver a ver la película. Son dos productos distintos y complementarios.” Martínez cuenta que el rodaje tomó cuatro meses y que incluyó a 130 actores, que debió endeudarse personalmente para la realización y que la serie se estrenará al iniciarse el próximo Festival de Cine por los Derechos Humanos (Derhumalc). Ahora se espera que un comité reunido hace dos meses y que integran, entre otros, Malena Solda, Jorge Maestro y Pablo Macedo, defina en esta semana si, para el Incaa, resultará o no, de interés.
Un tema vital para cualquier realizador local. Pero Martínez habla de un posible boicot: denunció amenazas, la explosión de una bomba en su casa y la aparición de rumores para impedir el financiamiento. “Un día, apareció el general Ibérico Saint Jean –dice Martínez– y gritó a varios de los que estaban en los calabozos que ya eran muertos caminando. Dardo Cabo fue uno de ellos. El genocida mostraba de qué era capaz cuando en mayo de 1977 lanzó: ‘Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después... a sus simpatizantes, enseguida... a aquellos que permanecen indiferentes, y finalmente mataremos a los tímidos’. ¿A quienes sirve que el proyecto no salga? A los represores y a sus aliados, a los que reclaman una amnistía. Porque el film está en línea con la búsqueda de Memoria, Verdad y Justicia”.