Historias de aparecidos

Tal vez una de las mayores satisfacciones que puede tener un trabajo es que corrija, en parte, el curso de la historia. Algo así pasó con el documental Historias de aparecidos, que el próximo domingo Miradas al Sur ofrecerá con la compra opcional de la revista Veintitrés. Gracias a la investigación periodística y a la producción de un grupo de documentalistas del Centro de Producción Audiovisual de la Universidad Nacional de La Plata (Unlp) que descubrió que en las tumbas clandestinas del Cementerio de General Lavalle, Provincia de Buenos Aires, se hallaban los cuerpos de Azucena Villaflor, Esther Ballestrino y María Ponce, fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, y de la monja francesa Leonié Duquet, todas secuestradas entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977 por grupos de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma). Hasta entonces se encontraban desaparecidas. Sus restos hoy se encuentran en la pirámide de la Plaza de Mayo.
El grupo de la Unlp estaba integrado por Tomás Fernández, artífice y responsable de iniciar la investigación, y Walter Barboza, Simón García Mayer, Martín Moreno, Gustavo Friederichs y Gustavo Giorgetti, todos bajo la dirección de Pablo Torello. “Varias cosas se cruzan cada vez que uno comienza una investigación que después será una película. Primero, desde hace varios años, filmar es mi forma de militar el proyecto de país que sueño, creo y quiero desde que era adolescente. También hay intencionalidad política y profesional al realizar películas desde la universidad pública”, detalla Torello.
El equipo de documentalistas de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social que él integra –y a la que considera “gente muy talentosa y comprometida”– coincide con esta idea.
“Entender la producción audiovisual como un hecho político, obliga a dejar las vanidades, los egos y las aspiraciones personales de lado, para rodar películas que aporten a construir un país mejor”, señala Torello, quien sostiene además que permanentemente lo acompaña una obstinación por la memoria, por hablar del pasado reciente de nuestro país.
“Así empecé a investigar lo que hoy es Historias de aparecidos–recuerda–, retomando la ruta de un grupo de alumnos de nuestra Facultad, que vivían en el partido de la Costa y que en diciembre de 2001, cuando el país se incendiaba, me contaron de la aparición de cuerpos en las playas en épocas de la dictadura militar. Ese día empezamos un camino de tres años que nos llevó al hallazgo de Azucena Villaflor, fundadora de Madres de Plaza de Mayo, entre otros cadáveres de víctimas del terrorismo de Estado que estaban enterrados como NN (Sin Nombre, por la sigla en inglés No Name) desde 1977 en el Cementerio de General Lavalle.”
El grupo debió toparse con los tiempos políticos de la Argentina, con la resistencia de ciertos sectores de la sociedad de correr el manto que impide imponer verdad y justicia sobre los crímenes del terrorismo de Estado. Eso llevó a que la película se preestrenara recién en octubre de 2003, justo cuando el ex presidente Néstor Kirchner derogaba la Ley de Obediencia Debida y Punto Final. “Antes, nos restringían el acceso a las fuentes, no se podían chequear los datos de la investigación, recibíamos amenazas, no teníamos protección. Es decir, sin un Estado decidido a construir la verdad completa, era muy difícil generar los contextos y los consensos para que una película como ésta pueda terminarse”, dice Torello.
Sin dudas, Historias de aparecidos desarticula el plan de los genocidas contribuyendo a reconstruir la historia del país, a pesar de la tragedia y el dolor. La película y su investigación probaron fehacientemente la existencia de los vuelos de la muerte, ya no de boca de victimarios como Adolfo Scilingo, sino a través de la reconstrucción documental del relato de las víctimas.
El grupo de la Unlp estaba integrado por Tomás Fernández, artífice y responsable de iniciar la investigación, y Walter Barboza, Simón García Mayer, Martín Moreno, Gustavo Friederichs y Gustavo Giorgetti, todos bajo la dirección de Pablo Torello. “Varias cosas se cruzan cada vez que uno comienza una investigación que después será una película. Primero, desde hace varios años, filmar es mi forma de militar el proyecto de país que sueño, creo y quiero desde que era adolescente. También hay intencionalidad política y profesional al realizar películas desde la universidad pública”, detalla Torello.
El equipo de documentalistas de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social que él integra –y a la que considera “gente muy talentosa y comprometida”– coincide con esta idea.
“Entender la producción audiovisual como un hecho político, obliga a dejar las vanidades, los egos y las aspiraciones personales de lado, para rodar películas que aporten a construir un país mejor”, señala Torello, quien sostiene además que permanentemente lo acompaña una obstinación por la memoria, por hablar del pasado reciente de nuestro país.
“Así empecé a investigar lo que hoy es Historias de aparecidos–recuerda–, retomando la ruta de un grupo de alumnos de nuestra Facultad, que vivían en el partido de la Costa y que en diciembre de 2001, cuando el país se incendiaba, me contaron de la aparición de cuerpos en las playas en épocas de la dictadura militar. Ese día empezamos un camino de tres años que nos llevó al hallazgo de Azucena Villaflor, fundadora de Madres de Plaza de Mayo, entre otros cadáveres de víctimas del terrorismo de Estado que estaban enterrados como NN (Sin Nombre, por la sigla en inglés No Name) desde 1977 en el Cementerio de General Lavalle.”
El grupo debió toparse con los tiempos políticos de la Argentina, con la resistencia de ciertos sectores de la sociedad de correr el manto que impide imponer verdad y justicia sobre los crímenes del terrorismo de Estado. Eso llevó a que la película se preestrenara recién en octubre de 2003, justo cuando el ex presidente Néstor Kirchner derogaba la Ley de Obediencia Debida y Punto Final. “Antes, nos restringían el acceso a las fuentes, no se podían chequear los datos de la investigación, recibíamos amenazas, no teníamos protección. Es decir, sin un Estado decidido a construir la verdad completa, era muy difícil generar los contextos y los consensos para que una película como ésta pueda terminarse”, dice Torello.
Sin dudas, Historias de aparecidos desarticula el plan de los genocidas contribuyendo a reconstruir la historia del país, a pesar de la tragedia y el dolor. La película y su investigación probaron fehacientemente la existencia de los vuelos de la muerte, ya no de boca de victimarios como Adolfo Scilingo, sino a través de la reconstrucción documental del relato de las víctimas.