Nota publicada en Miradas al Sur el 07/11/10

El 2 x4 no puede ir a clase
En la Legislatura varios proyectos incluyen al tango en la currícula escolar de la Ciudad. Sin embargo, por ahora la iniciativa está cajoneada
Hagámonos responsables y a los que fueron culpables Ni el olvido Ni el perdón”, golpea desde la letra de uno de sus últimos tangos el cantautor Juan Vattuone quien señala a Miradas al Sur: “El arte es una de las formas en las que se representan problemáticas sociales, y el tango estaba en deuda con lo que pasó en la dictadura”.
Música, política y sociedad tienen puntos de encuentro. “El tango es la soja de Buenos Aires”, fue la lamentable expresión que eligió el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, cuando el 2x4 fue declarado Patrimonio de la Humanidad, rescatando apenas su función mercantil.
Una mirada más amplia ha permitido que se hayan presentado en la Legislatura porteña proyectos para incorporar, en el programa de las escuelas de nivel inicial y primario, la enseñanza del tango en sus distintos aspectos: música, letra, danza y representaciones plásticas, entendiendo que “el arte no sólo está vinculado con la identidad de los pueblos, sino con las identidades individuales” y que “cada pueblo va creando su cultura a lo largo de su desarrollo, y el arte forma parte de ella”.
Así, la legisladora porteña de Encuentro Popular Para la Victoria María José Lubertino, para quien el tango es una “creación en continuo”, impulsa un proyecto de ley caratulado como La danza del Tango en la escuela que desde el 23 de junio espera para ser tratado por la Comisión de Educación, Ciencia y Tecnología. Una iniciativa que busca “no sólo la incorporación de la música ciudadana en los colegios en materias vinculadas a la música o a la danza, sino también en historia y lengua”. Lubertino considera necesario también “fomentar espacios de participación barriales porque lo que se pone en juego aquí tiene que ver con la identidad y hay que evitar hacer del tango una caricatura para los turistas”.
En la escuela primaria Santa Brígida ubicada en Caballito, se dictan clases de tango para unos 40 pibes de cuarto y quinto grado, desde hace 10 años. “Nuestra música hoy incluye a todas las generaciones y ese es el cambio más importante de los últimos tiempos”, apunta Juan Fossatti, docente de esas clases quien recuerda haber aprendido a bailarlo en su secundaria de forma recreativa. “El tango en la escuela ayuda a integrar, a no discriminar, ayuda a trabajar la conexión entre las personas y permite tener mayor noción de las dimensiones de su cuerpo y de la existencia del otro”, afirma Fossati al tiempo que asegura que el hecho de que los chicos se prendan o no tiene que ver con el incentivo o la resistencia de los padres. “En una clase de matemáticas, hablar de discriminación es mucho más difícil que hacerlo en una clase de tango”, advierte.
La historia en 2x4. Desde sus letras el tango permite revivir un tiempo histórico determinado del país. Aquellas que hablaban del abandono y del engaño en las primeras décadas del siglo XX reflejaban historias de miles de inmigrantes que llegaban a Buenos Aires. Luego, en los años ’30, aparecerían las que criticaban la pobreza y la miseria. Y no es casualidad, el romanticismo aparecería con la llegada del peronismo y el acceso de las clases bajas a una mejor calidad de vida.
Analizándolo en términos de experiencia y en los modos en que se manifiesta lo popular, María Mercedes Liska, etnomusicóloga y magister en Comunicación y Cultura, señala que “a grandes rasgos, el tango comenzó siendo una práctica musical surgida del encuentro entre culturas en los sectores populares”. Sostiene también que en la década infame se rompieron ciertos acuerdos sociales establecidos en el populismo oligárquico y que “el tango va a marcar ese nuevo escenario de tensiones sociales reponiendo desde su poética la idea de conflicto”. Para Liska, con el ascenso del peronismo, se instala el auge del tango instrumental, el desarrollo de las orquestas típicas y la masividad del baile.
Ya a fines de los ’60, el tango se revolucionaba con Astor Piazzolla desde lo musical y con Eladia Blázquez desde las letras: “Vos que sos mi hermano, contáme una historia distinta de todas (…) que aunque el mundo siga girando a los tumbos aún vale la pena jugarse y vivir”.
Desde los ’90, nuevos compositores como Vattuone, Alejandro Szwarcman, Acho Estol o Marta Pizzo, entre otros, han encontrado en las raíces del tango la propia semejanza. En algunos casos, incluso luego de pasar por el rock. “Pero en este nuevo impulso del tango, los letristas venimos perdiendo 7 a 1 con los bailarines”, advierte Vattuone.
Hoy en el tango comparten espacios todas las generaciones y en una misma noche pueden verse orquestas como el Sexteto Mayor donde todos sus integrantes suelen presentarse de smoking con otras como la Fernández Fierro que, al tiempo que retoma la vieja orquesta típica de tango, despliega una estética novedosa y pueden verse en el escenario jóvenes con rastas tocando el bandoneón o rollingas con violín ejecutando obras de alta calidad.
Así el tango vive, y trasluce cambios importantes en sus letras, en las generaciones que lo interpretan, en las que lo bailan y revisa ciertos modelos sociales. Una mirada mucho más amplia y rica que la del jefe de Gobierno que lo equipara con el yuyo verde.