“La Policía incentiva el delito ”
Un cura consagrado por la Madre Teresa de Calcuta que vive en La Cava denuncia que la Policía entrega armas a los jóvenes y que los presionan para que delincan para ellos. También remarca que allí todos saben quiénes y cómo llevan droga a la villa. Denuncia amenazas.

Julio Esquivel tiene 43 años, nació en La Cava en el seno de una familia con ocho hermanos “a los ocho años me tocó empezar a trabajar”, cuenta. Fue ateo hasta los 18, unas monjas que estaban en la villa le guiaron para que encontrara su vocación religiosa. Se hizo misionero y lo consagró en Roma la Madre Teresa de Calcuta después de misionar en Brasil, Inglaterra y Roma ayudando a chicos de la calle, alcohólicos y ancianos abandonados. Volvió a La Cava porque su madre moría de cáncer en los pulmones. Cuando quiso volver, falleció también su padre y quedó a cargo de los dos hijos más chicos. En el 94 logró montar La Casita de la Virgen, un lugar donde dan apoyo escolar, comedero y talleres creativos para los niños. Eligió Miradas al Sur para denunciar que la Policía incita y organiza a los jóvenes para robar y toman parte del botín a cambio de impunidad.
-¿Cómo describiría la situación social de la cava hoy?
-Si tuviera que graficarlo te diría que un 97% de la población de la cava es gente como vos o como yo, que trabaja y que quiere salir adelante. Dentro de ese grupo, vas a ver que sólo un 40% tiene trabajos estables y que el 60% de las personas tienen problemas para trabajar, porque basta que den su dirección de La Cava para qué no se los convoque. Si claro, les dicen “Después te llamamos”, pero nunca lo hacen. Esa gente subsiste por los planes Trabajar más las changas, pero es inhumano. El 3% como máximo son delincuentes, pero eso lo que más llama la atención.
Algo que por suerte no pasa en La Cava, es que no hay ni crimen, ni violencia ni droga organizadas estructuralmente. Sí existe la droga y alcohol; y hay bandas, sobre todo jóvenes, que los ves en las esquinas, y que se juntan a robar, o que se organizan por peleas territoriales. Pero eso ocurre en espacios muy delimitados.
-¿Cómo vive el otro 97% esa presencia y por qué no denuncia a los delincuentes?
-Lo vive con miedo, y mal, porque nadie hace ninguna denuncia. Y eso hace sentirse más fuerte al que delinque. La impunidad fomenta la delincuencia. Y justamente la denuncia es lo peor que les podés hacer. Yo hice muchas; y después vienen a pedirte que las levantes, porque saben que les quedan como antecedentes. Y yo les digo “vos me atacás, yo me defiendo”. Es por eso que hay que enseñarle a la gente a ir y hacer las denuncias. Porque a la Policía como institución, sí les tienen miedo.
-¿Qué pasa con la droga en la villa?
-En La Cava no se fabrica droga. La droga la trae gente con muchísimo poder que llega en un Mercedes-Benz, y no es una manera de decir; llega en un Mercedes-Benz amarillo. Yo lo veo desde mi casa.
La droga se inserta en los jóvenes por la falta de horizontes. Incluso por no tener un horizonte más allá de la villa. Es creer que toda tu vida va a estar ahí: que te vas a casar con alguien de ahí, que vas a tener a tus hijos ahí, que no les vas a poder ofrecer algo mejor y que te vas a morir ahí. Es la materialización de la desesperanza.
-¿Cómo es la relación con la policía?
-Una parte de la Policía que está en el barrio, la que está sobre el portón, está con los delincuentes. Son ellos los que les proveen las armas y los que los dejan que pasen libremente. Hay policías de esa comisaría que tienen armas que no son las reglamentarias y se las dan a los pibes a cambio de una parte del botín. Así, la Policía de La Cava es la que organiza e incentiva el robo. Todo lo que yo te cuento, te lo puede decir cualquiera. Eso acá lo sabemos todos. La Policía hace una especie de convenio con los delincuentes. Está el caso de un chico que tenía que pasarles 30.000 pesos por mes a cambio de tener vía libre. Pero con el paso del tiempo empezaron a ver que podía traerles problemas y en el robo siguiente, lo atraparon y lo dejaron adentro. Y enseguida consiguen un reemplazo.
-¿Presentó una denuncia de todo esto?
-Sí. Yo hice una denuncia y también hablé con el intendente Posse y me dijo que estaban en un plan, y que desde enero del 2009 iban a cambiar toda la metodología de trabajo, que iban a ser comisaría ya no más subcomisaría, que cambiarían al comisario y que pondrían gente de confianza de ellos dentro del barrio. Pero todavía no ha pasado nada de eso. Espero que sólo sea un retraso, porque la verdad es que aunque todo lo que me dijo siempre lo hizo, quiero que sepa que sobre este tema todavía estamos a la expectativa. Porque así como tiene que responder en un acto público que reclama seguridad, a nosotros también nos tiene que defender, también somos parte de la sociedad. Y da bronca y genera malestar en el barrio, que sólo nos tengan en cuenta para los actos políticos, cuando necesitan votos o cuando pasa algo grave y buscan un chivo expiatorio. Son los dos únicos momentos en los que se acuerdan de nosotros. El problema es que están criminalizando la pobreza. Y el problema viene de afuera, pero no es que vienen chorros de otras villas, no. El problema viene de quienes deberían estar protegiéndonos.
-¿Conoce el caso concreto de un joven al que la policía lo presionó para que salga a robar?
-Es lo más común. Siempre suele haber un pibe que está con la Policía y que es el que le ofrece a los chicos ir a hacer un robo o un “apriete”, y también sé que si uno se niega desde un principio, no te molestan mucho. Pero si aceptaste tres cuatro veces, se te hace más difícil negarte. Después, lo único que les queda a los que se quieren abrir, es irse.
-¿Cómo es la relación Gendarmería?
-La gente ve muy bien que esté Gendarmería. Le tiene más confianza a ellos que a la Policía. Cuando nos robaron en La Casita, fui a hacer una denuncia, me tuvieron esperando y me decían “mirá hasta dentro de 4 horas no te vamos a poder tomar la denuncia”, y pasaba otra gente y los atendían. Y les dije que no querían tomarme la denuncia porque estaba con los que yo iba a denunciar.
-¿Y no le da miedo decírselo a ellos sabiendo que tienen impunidad?
-Si vos estás ahí, sabés lo que estás haciendo. Te amenazan anónimamente por teléfono.
-¿Cuándo?
-Sobre todo después de hablar con los medios. Pero yo ya estoy jugado… me refiero a comprometido con una causa, con una misión. Es parte del camino que uno elige. Pero si te metés en algo, tenés que hacerlo en serio, bien y jugándotela.
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((Recuadro)) Contrastes y falencias.En la zona norte del gran buenos aires hay un distrito residencial de alto poder adquisitivo que en el centro, contiene una villa miseria de 22 hectáreas delimitada por las calles Int. Neyer, Avda. Rolón, Int. Tomkinson y Hudson. Una foto aérea de esta zona se hizo conocida por el fuerte contraste entre una mansiones lujosas y espaciosas con pileta que se separaban por un paredón de las precarias casillas amontonadas de la villa.
La historia de La Cava empieza en 1946 cuando la empresa Obras Sanitarias de la Nación (OSN) excava estos terrenos para extraer tierra colorada para filtrado de agua. Esa "cava" le dio el nombre. OSN abandonó el terreno rellenando sólo una parte, y comienzan a asentarse los primeros habitantes. La expulsión de las villas de la Panamericana en 1956 obligó a que muchos de sus habitantes se les sumen. El censo de 1995, discriminó un total de 1690 viviendas y 8056 personas. Un relevamiento de 1998, muestra 2138 viviendas para 10480 personas. Hoy se estiman unos 10.000 pobladores.
Sin embargo, la primera canilla para extraer agua de pozo en La Cava se habilitó en 1965 y pasaron tres años hasta que se colocó la segunda. Recién en 1990 en La Cava hubo agua potable por cañerías aéreas.
La Municipalidad de San Isidro, con aportes del Gobierno Nacional responde al compromiso de urbanización abrir y pavimentar calles y encontrar una solución habitacional digna para las personas que la habitan y reemplaza terrenos ocupados por viviendas sociales para los habitantes que fueron censados. Al pasarlos a sus nuevas casas demuelen las casillas que ocupaban. Sin embargo, hoy, en las 22 hectáreas de La Cava su habitantes tienen pozos ciegos poco profundos; el gas que utilizan es en garrafas; las conexiones de luz eléctrica son clandestinas; hay insuficientes contenedores para la basura lo que hace que muchos arrojen sus residuos en espacios descampados. Al caminar por los pasillos puede sorprenderlo la descarga de un lavarropas que arroja el agua sucia a unos zanjones donde se queda estancada hasta que se evapora, generando olores nauseabundos. Y quienes viven allí cargan con el estigma de ser delincuentes hasta que demuestren lo contrario.
Un cura consagrado por la Madre Teresa de Calcuta que vive en La Cava denuncia que la Policía entrega armas a los jóvenes y que los presionan para que delincan para ellos. También remarca que allí todos saben quiénes y cómo llevan droga a la villa. Denuncia amenazas.

Julio Esquivel tiene 43 años, nació en La Cava en el seno de una familia con ocho hermanos “a los ocho años me tocó empezar a trabajar”, cuenta. Fue ateo hasta los 18, unas monjas que estaban en la villa le guiaron para que encontrara su vocación religiosa. Se hizo misionero y lo consagró en Roma la Madre Teresa de Calcuta después de misionar en Brasil, Inglaterra y Roma ayudando a chicos de la calle, alcohólicos y ancianos abandonados. Volvió a La Cava porque su madre moría de cáncer en los pulmones. Cuando quiso volver, falleció también su padre y quedó a cargo de los dos hijos más chicos. En el 94 logró montar La Casita de la Virgen, un lugar donde dan apoyo escolar, comedero y talleres creativos para los niños. Eligió Miradas al Sur para denunciar que la Policía incita y organiza a los jóvenes para robar y toman parte del botín a cambio de impunidad.
-¿Cómo describiría la situación social de la cava hoy?
-Si tuviera que graficarlo te diría que un 97% de la población de la cava es gente como vos o como yo, que trabaja y que quiere salir adelante. Dentro de ese grupo, vas a ver que sólo un 40% tiene trabajos estables y que el 60% de las personas tienen problemas para trabajar, porque basta que den su dirección de La Cava para qué no se los convoque. Si claro, les dicen “Después te llamamos”, pero nunca lo hacen. Esa gente subsiste por los planes Trabajar más las changas, pero es inhumano. El 3% como máximo son delincuentes, pero eso lo que más llama la atención.
Algo que por suerte no pasa en La Cava, es que no hay ni crimen, ni violencia ni droga organizadas estructuralmente. Sí existe la droga y alcohol; y hay bandas, sobre todo jóvenes, que los ves en las esquinas, y que se juntan a robar, o que se organizan por peleas territoriales. Pero eso ocurre en espacios muy delimitados.
-¿Cómo vive el otro 97% esa presencia y por qué no denuncia a los delincuentes?
-Lo vive con miedo, y mal, porque nadie hace ninguna denuncia. Y eso hace sentirse más fuerte al que delinque. La impunidad fomenta la delincuencia. Y justamente la denuncia es lo peor que les podés hacer. Yo hice muchas; y después vienen a pedirte que las levantes, porque saben que les quedan como antecedentes. Y yo les digo “vos me atacás, yo me defiendo”. Es por eso que hay que enseñarle a la gente a ir y hacer las denuncias. Porque a la Policía como institución, sí les tienen miedo.
-¿Qué pasa con la droga en la villa?
-En La Cava no se fabrica droga. La droga la trae gente con muchísimo poder que llega en un Mercedes-Benz, y no es una manera de decir; llega en un Mercedes-Benz amarillo. Yo lo veo desde mi casa.
La droga se inserta en los jóvenes por la falta de horizontes. Incluso por no tener un horizonte más allá de la villa. Es creer que toda tu vida va a estar ahí: que te vas a casar con alguien de ahí, que vas a tener a tus hijos ahí, que no les vas a poder ofrecer algo mejor y que te vas a morir ahí. Es la materialización de la desesperanza.
-¿Cómo es la relación con la policía?
-Una parte de la Policía que está en el barrio, la que está sobre el portón, está con los delincuentes. Son ellos los que les proveen las armas y los que los dejan que pasen libremente. Hay policías de esa comisaría que tienen armas que no son las reglamentarias y se las dan a los pibes a cambio de una parte del botín. Así, la Policía de La Cava es la que organiza e incentiva el robo. Todo lo que yo te cuento, te lo puede decir cualquiera. Eso acá lo sabemos todos. La Policía hace una especie de convenio con los delincuentes. Está el caso de un chico que tenía que pasarles 30.000 pesos por mes a cambio de tener vía libre. Pero con el paso del tiempo empezaron a ver que podía traerles problemas y en el robo siguiente, lo atraparon y lo dejaron adentro. Y enseguida consiguen un reemplazo.
-¿Presentó una denuncia de todo esto?
-Sí. Yo hice una denuncia y también hablé con el intendente Posse y me dijo que estaban en un plan, y que desde enero del 2009 iban a cambiar toda la metodología de trabajo, que iban a ser comisaría ya no más subcomisaría, que cambiarían al comisario y que pondrían gente de confianza de ellos dentro del barrio. Pero todavía no ha pasado nada de eso. Espero que sólo sea un retraso, porque la verdad es que aunque todo lo que me dijo siempre lo hizo, quiero que sepa que sobre este tema todavía estamos a la expectativa. Porque así como tiene que responder en un acto público que reclama seguridad, a nosotros también nos tiene que defender, también somos parte de la sociedad. Y da bronca y genera malestar en el barrio, que sólo nos tengan en cuenta para los actos políticos, cuando necesitan votos o cuando pasa algo grave y buscan un chivo expiatorio. Son los dos únicos momentos en los que se acuerdan de nosotros. El problema es que están criminalizando la pobreza. Y el problema viene de afuera, pero no es que vienen chorros de otras villas, no. El problema viene de quienes deberían estar protegiéndonos.
-¿Conoce el caso concreto de un joven al que la policía lo presionó para que salga a robar?
-Es lo más común. Siempre suele haber un pibe que está con la Policía y que es el que le ofrece a los chicos ir a hacer un robo o un “apriete”, y también sé que si uno se niega desde un principio, no te molestan mucho. Pero si aceptaste tres cuatro veces, se te hace más difícil negarte. Después, lo único que les queda a los que se quieren abrir, es irse.
-¿Cómo es la relación Gendarmería?
-La gente ve muy bien que esté Gendarmería. Le tiene más confianza a ellos que a la Policía. Cuando nos robaron en La Casita, fui a hacer una denuncia, me tuvieron esperando y me decían “mirá hasta dentro de 4 horas no te vamos a poder tomar la denuncia”, y pasaba otra gente y los atendían. Y les dije que no querían tomarme la denuncia porque estaba con los que yo iba a denunciar.
-¿Y no le da miedo decírselo a ellos sabiendo que tienen impunidad?
-Si vos estás ahí, sabés lo que estás haciendo. Te amenazan anónimamente por teléfono.
-¿Cuándo?
-Sobre todo después de hablar con los medios. Pero yo ya estoy jugado… me refiero a comprometido con una causa, con una misión. Es parte del camino que uno elige. Pero si te metés en algo, tenés que hacerlo en serio, bien y jugándotela.
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((Recuadro)) Contrastes y falencias.En la zona norte del gran buenos aires hay un distrito residencial de alto poder adquisitivo que en el centro, contiene una villa miseria de 22 hectáreas delimitada por las calles Int. Neyer, Avda. Rolón, Int. Tomkinson y Hudson. Una foto aérea de esta zona se hizo conocida por el fuerte contraste entre una mansiones lujosas y espaciosas con pileta que se separaban por un paredón de las precarias casillas amontonadas de la villa.
La historia de La Cava empieza en 1946 cuando la empresa Obras Sanitarias de la Nación (OSN) excava estos terrenos para extraer tierra colorada para filtrado de agua. Esa "cava" le dio el nombre. OSN abandonó el terreno rellenando sólo una parte, y comienzan a asentarse los primeros habitantes. La expulsión de las villas de la Panamericana en 1956 obligó a que muchos de sus habitantes se les sumen. El censo de 1995, discriminó un total de 1690 viviendas y 8056 personas. Un relevamiento de 1998, muestra 2138 viviendas para 10480 personas. Hoy se estiman unos 10.000 pobladores.
Sin embargo, la primera canilla para extraer agua de pozo en La Cava se habilitó en 1965 y pasaron tres años hasta que se colocó la segunda. Recién en 1990 en La Cava hubo agua potable por cañerías aéreas.
La Municipalidad de San Isidro, con aportes del Gobierno Nacional responde al compromiso de urbanización abrir y pavimentar calles y encontrar una solución habitacional digna para las personas que la habitan y reemplaza terrenos ocupados por viviendas sociales para los habitantes que fueron censados. Al pasarlos a sus nuevas casas demuelen las casillas que ocupaban. Sin embargo, hoy, en las 22 hectáreas de La Cava su habitantes tienen pozos ciegos poco profundos; el gas que utilizan es en garrafas; las conexiones de luz eléctrica son clandestinas; hay insuficientes contenedores para la basura lo que hace que muchos arrojen sus residuos en espacios descampados. Al caminar por los pasillos puede sorprenderlo la descarga de un lavarropas que arroja el agua sucia a unos zanjones donde se queda estancada hasta que se evapora, generando olores nauseabundos. Y quienes viven allí cargan con el estigma de ser delincuentes hasta que demuestren lo contrario.