Tomas de colegios secundarios
Lecciones de ciudadanía
Hay 38 colegios tomados por sus estudiantes. Desde el Gobierno porteño se insta a que sean denunciados en las comisarías. Pero ellos, cada día que pasa, aprenden en la práctica que son sujetos de derecho. Los padres los apoyan.
"Con mi título quiero poder ir a trabajar, no ensamblar partes”, reclama el cartel de una estudiante frente al Palacio Pizzurno. El jueves allí se concentraron 3.000 estudiantes para marchar hasta el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires. Minutos después, la marea humana zarpa hasta el edificio de la avenida Paseo Colón agrupados detrás de tres estandartes que los distingue: Federación de Estudiantes Secundarios (F.E.S); Coordinadora de Estudiantes Base (C.E.B.); Técnicos Autoconvocados.
La movilización fue una nueva apuesta en el reclamo que para ese entonces llevaba 10 días consecutivos de colegios tomados. El titular de la cartera educativa porteña, Esteban Bullrich, ni siquiera los recibió para saber por qué se oponen a los cambios curriculares que él impulsa.
Desafiante, esa misma mañana, Bullrich había enviado una circular en la que instruía a las autoridades de cada escuela a realizar denuncias policiales si se producían tomas en los establecimientos, llevando el reclamo al plano judicial. Un instructivo que fue dejado sin efecto según una resolución tomada el viernes por la jueza Elena Liberatori.
Algunos carteles hechos a mano especialmente para la movilización sobre cartulinas repudian: “PRO-blemas”; “No a la devaluación de la educación”; “Queremos estudiar”. Un muñeco con mameluco cargaba un cartel: “Somos el futuro del país”.
La Policía Federal llega tarde a interrumpir el tránsito y por eso, en las primeras cuadras de caravana, cordones de jóvenes tomados del brazo contienen a los automovilistas que chillan sobre la avenida Córdoba.
Ni un sólo efectivo de la Metropolitana.
“Lo primero que se organizó fue una asamblea donde se informó a todo el colegio lo ocurrido. Una reunión de delegados decidiría, luego, si se tomaba o no el colegio”, apunta a Miradas al Sur, Belén Barros, estudiante de 5° año en el Lengüitas: “Llegamos a esta medida porque no nos escucharon, ni cuando intentamos acercamos a los funcionarios del Gobierno porteño, ni cuando elevamos petitorios, ni cuando juntamos 15 mil firmas, ni cuando cortamos calles”, agrega.
Como todos, Belén cuestiona que se quiten horas de materias prácticas como laboratorio, dibujo técnico, taller y las reemplacen por más horas de matemática o lengua “degradando el título en un bachillerato con orientaciones”.
Una de las escuelas tomadas con representantes en la marcha fue la E.T.27, de Monte Castro. Luciana Bertato estudia allí junto a su amiga Noelia Mordasini. Luciana carga desde una punta, un cartel amarillo con letras negras que dice: “No al cambio curricular inconsulto”. Agitada, con voz ronca apunta: “Nadie quería llegar a esto. No está bueno tomar un colegio. Comés y dormís mal, te morís de frío a la noche… nuestra escuela no tiene gas... Es un colegio recién inaugurado y estamos así desde principio de año”. Noelia aporta que “el que hizo la obra no tuvo en cuenta que necesitaría una presión de gas que no llega a la puerta”. Mientras avanzan, corean: “Y ya lo ve, y ya lo ve… es para Feinman que lo mira por tv”. Noelia deja la entrevista para agitar su remera donde escribió con marcador: “Sí, Feinman; somos conchudos”. Es que el conductor televisivo Eduardo Feinman se ganó el cantito y los carteles, cuando el día anterior, a través de la pantalla de C5N, calificó de “conchudos” a los estudiantes. Y aunque intentó disfrazar el agravio indicando que una de sus acepciones era: “Astuto, cauteloso, sagaz”, cerró la nota diciendo: “Los nenes tomadores de colegios son unos verdaderos conchudos”.
Detrás del bombo de un compañero, Matías Aranda, estudiante de 4° Electrónica del Otto Krause, explica: “En los siete días de toma que lleva hasta hoy nuestro colegio, yo pasé cuatro noches adentro. No es nada lindo. ¿Mis viejos? Están a favor, porque también en estas circunstancias estamos aprendiendo ciudadanía”.
Las tomas del 2010 marcaron un punto de aprendizaje y es por eso que esta vez no permiten que ningún partido político se adjudique la conducción de las tomas. “No queremos que crean que nos aparatean, porque los reclamos y la lucha son de los estudiantes”, plantea Luciana.
La organización en las tomas es horizontal. Una vez que se resuelve la medida, se dividen en comisiones que cubren todos los turnos en áreas como seguridad, limpieza o cocina. Se instruye a todos los alumnos sobre la importancia de lo que están haciendo y se explicita: nada de alcohol, tabaco, drogas o sexo. “Muchos profesores nos acercaron su apoyo pero nos explicaron que no pueden manifestarlo públicamente porque sigue vigente una circular de Mariano Narodowski que prohíbe, de director para abajo, hablar con los medios”, detalla Luciana mientras de fondo se escucha: “Qué cagada, qué cagada, con nuestro presupuesto se subsidia a las privadas”.
Bombos, redoblantes y hasta flauta traversa, saxo y fagot suman ritmo a la marcha. Los automóviles acompañan con sus bocinas.
En fila, estudiantes del Normal 8 avanzan con sus brazos entrelazados y coordinando el paso. Entre ellos, Lucas Ferretti y Manuel del Valle (3°) y Sol Rodríguez (5°). “Desde hace unos días estamos teniendo clases abiertas en la puerta; pero además, en las tomas compartimos aprendizajes a manera de talleres que incluyen desde malabares hasta cómo hacer rastas”, dijo Lucas. En estos días, además de limpiar baños, pintaron aulas. “Nos hemos unido mucho, incluso entre turnos que no nos conocíamos, y hemos recibido comida y cubiertos de parte de docentes y vecinos”, revela Sol. “Nos preocupa lo que está haciendo el PRO en Educación; mi primaria fue el Bernasconi… ¿sabías que ahí privatizaron el salón de actos?”, dice Manuel.
Paola Dacosta acompaña la movilización con su cochecito y una beba de un año y medio. Va veinte metros por delante de las formaciones: “Soy mamá de uno de los chicos de 14 años que encabeza la marcha. Creo que deberíamos estar todos los padres”. En el E.T. 35, al igual que en otros colegios, se han conformado comisiones de padres y se mantienen informados. “Si hubiera diálogo sería tan fácil... Pero en Educación, ya venimos de repudiar la instalación de un 0-800-buchón… Llevaron las cosas a un punto así, innecesariamente.”
Pasado el Cabildo, desde el bar La Victoria, se saludan con clientes quienes los apoyan con una sonrisa o un gesto.
Ya cuando se iniciaba la marcha, el Ministerio de Educación porteño había liberado a su personal. Detrás del portón de hierro de la entrada, desde las 14 horas, un sinnúmero de policías de la Metropolitana con sus chalecos verde flúo hacían las veces de guardia real. Eran tantos apostados allí, esperando el embate, que la imagen remitía a los ataques a castillos de las cruzadas medievales. Todo listo por si los pibes llegaban a querer entrar. “¿Esperan a Bin Laden?”, bromea uno.
La columna llega al Ministerio. Son las 18 horas y allí sólo están los medios televisivos.
Al cierre de esta edición, los colegios tomados son 38.